Al parecer, existe un mecanismo neurobiológico que puede explicar la deshonestidad.
Cerebro corrupto

¿Cómo funciona el cerebro corrupto? ¿Existe un mecanismo biológico que está relacionado con la deshonestidad? Al parecer sí. Un estudio publicado en la revista 'Nature Neuroscience' encuentra que el cerebro humano es capaz de aceptar y adaptarse a la deshonestidad.

Según la columna de hoy en El Comercio del especialista en salud pública Elmer Huerta, la respuesta a las preguntas anteriores recae en la amígdala cerebral, una región "responsable del 'creer en nuestros instintos' en que -sin pensarlo dos veces- interpretamos instantáneamente una experiencia y la aceptamos o rechazamos de plano".

La amígdala cerebral "es parte del sistema límbico, un conjunto de núcleos cerebrales responsables de la vida afectiva, el desarrollo de la memoria, el instinto de preservar el organismo y la especie, y el nexo entre el medio ambiente y nuestros órganos internos antes de realizar una acción", apunta Huerta.

La amígdala cerebral tiene mucho que ver con la deshonestidad.
La amígdala cerebral tiene mucho que ver con la deshonestidad.

Los científicos estudiaron dos hechos en cuestión: cómo es que el corrupto empieza poco a poco y sus delitos van progresivamente haciéndose cada vez mayores, y cómo el miedo inicial que desarrolla el corrupto al darse cuenta de que está haciendo algo malo va desapareciendo hasta cometer actos de deshonestidad y convertirse en un sinvergüenza.

Tras un experimento en el que participaron 55 voluntarios, los investigadores comprobaron que la amígdala cerebral sí tiene que ver con la deshonestidad.

Crearon un juego que los tentaba engañar a sus compañeros y favorecerse económicamente de manera deshonesta.

Entonces descubrieron que con los primero actos deshonestos, la amígdala cerebral se activaba fuertemente. Pero con cada acto seguido deshonesto, disminuía progresivamente. Sí, la amígdala cerebral se iba acostumbrando a los actos deshonestos.

¿Entonces qué sucede con el corrupto?

Empieza poco a poco, y conforme va perdiendo actividad en su amígdala cerebral, va perdiendo también el miedo y se va acostumbrando al delito.

"Al ir perdiendo el miedo al castigo, el corrupto avezado va aumentando la magnitud de sus actos deshonestos. El gran corrupto pierde entonces completamente la actividad de su amígdala cerebral", agrega Huerta.

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