La tarde del 29 de enero de 1995, desde el epicentro del conflicto bélico entre Perú y Ecuador, en el Cenepa, llegó una trágica noticia: un helicóptero MI-8 del Ejército Peruano había sido derribado. Todos sus tripulantes estaban muertos, entre ellos , quien luego sería declarado héroe nacional. La nave integraba una patrulla de 4 helicópteros, cuya misión era atacar puestos ecuatorianos. Pocos saben que dos periodistas del diario ‘El Comercio’ viajaban en dos de esas naves.

Se trataba del talentoso fotógrafo Rolly Reyna y el audaz jefe de policiales Alí Alava. Ambos habían utilizado sus contactos para embarcarse. Ninguno de sus editores, en Lima, sabía de esa arriesgada misión. Por aquel entonces, no había ni Whatsapp ni Twitter.

Rolly subió en un MI-25 de la FAP y Alí en un MI-8 del Ejército. Partieron a la 1 de la tarde. El objetivo estaba a 150 kilómetros. El cielo estaba nublado.

Cuando estaban por llegar al lugar, Rolly vio por la ventana que desde los cerros salían unas luces. Son misiles. Uno de ellos empieza a perseguir al MI-8 que encabezaba la patrulla. La nave gira hacia la izquierda, pero el misil lo sigue.

En cuestión de segundos, Rolly empuña su cámara fotográfica, la pega a la ventana y dispara varias tomas, captando el preciso instante en que el misil impacta en el MI-8, se convierte en una bola de fuego y cae a tierra.

“¡Nos atacan, nos atacan. Le han dado a tu pata!”, le grita uno de los artilleros. Cunde el pánico. El fotógrafo abre su mochila, mete su cabeza y la cierra, no hay dónde esconderse del miedo.

En plena acción, el motor del helicóptero se apaga. “Sentía como si hubiera entrado a mi casa y esperara la muerte”, recuerda el fotógrafo. El motor resucita y la nave continúa su rumbo.

“Tenía las fotos, pero más me preocupaba lo que había pasado con Alí”, cuenta Rolly. Por la rapidez y el ruido de la acción, Alí –quien iba en otro MI-8- no había visto que una de las naves había sido derribada.

Apenas descendió, Rolly buscó desesperadamente a su compañero. Cuando lo encontró, le volvió el alma al cuerpo. No había tiempo para abrazos ni sonrisas. Lo importante era escabullirse y enviar el material fotográfico a Lima.

Curtido en mil batallas, Rolly decidió no contarle a nadie lo que había tomado. Estaba en una zona militar y podían incautarle el rollo fotográfico, que lo guardaba en un lugar que el lector ya se imagina.

Tres días después, cuando llegó a Lima, el mismo Rolly reveló sus fotos. Las impactantes tomas de Reyna dieron la vuelta al mundo y el diario lo premió. Rolly continúa en ‘El Comercio’ y Alí se dedica a la cátedra. Gajes del oficio. Nos vemos el otro martes.

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