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La selección sufrió un tropiezo en Ámsterdam, pero el camino a Qatar recién ha comenzado. Y nosotros también seguimos en la ruta. Llegamos con el equipo de Ricardo Gareca rumbo a Alemania. Mientras ellos lo hicieron en avión, nosotros optamos por el tren, así conocemos mejor al país y su gente. Llegar hasta Sinsheim nos demoró 8 horas, con cuatro transbordos. En cada estación había que correr rápidamente en busca del siguiente tren de conexión.

En Europa, los medios de transporte parten a la hora indicada. Lo mejor del trayecto, sin duda, fue seguir la ribera del río Rin, siempre rodeado de casas de cuentos de hadas detenidas en el tiempo y sus aguas son transitadas por fabulosas embarcaciones de los millonarios del jet set.

En las montañas pueden verse también castillos solitarios, casi intactos, como esperando el embate de un ejército invasor o quizá un dragón mágico. Finalmente pasamos Sinsheim de largo, porque Perú se hospeda en un pequeño pueblo, alejado del estadio donde se jugará un domingo en el que prácticamente no hay mayor movimiento y el turismo es escaso.

Por acá pocos hablan inglés, a diferencia de Holanda, donde casi todos se hacen entender con ese idioma. Los pupilos del ‘Tigre’ se preparan con esta tranquilidad para enfrentar al anfitrión, un rival con mayor categoría. El viaje va llegando a su fin y en casa me esperan mis amores, pero para la selección esta travesía recién comienza y el destino final es Qatar. Ahí donde todos queremos estar con ansias, así como las que siento yo por darle un abrazo a los míos. 

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