El mes morado, es el mes de la fe, de los milagros y de los temblores, esos que solo sabe provocar, el ídolo de y uno de los jugadores más queridos por los más radicales hinchas de o Alianza Lima, pero que en un segundo pasó a las lágrimas cuando repasó un momento muy íntimo de su adolescencia.

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El melenudo jugador era la gran esperanza en su casa, del barrio, en el pueblo de San Francisco, de Córdoba, Argentina, El pibe de nariz prominente peleaba por hacerse un espacio en la pelotita, primero como calichín (Cebollitas) y luego, muy estaba cerca de dejar el colegio, le llegó la gran oportunidad.

Me acuerdo que concentramos en la noche, yo no sabía lo que era concentrar, nada. En un pueblito como el mío, el sábado a la noche era el baile del pueblo, nos conocíamos todos, Yo me tiraba un pedo acá y en la punta del pueblo se escuchaba y te decían ‘ha sido la Pepa’, para explicarte lo chico que era y el técnico decide hacerme debutar en un partido de local”, recordó.

Pepa Baldessari y la frase que no olvidó en su debut

En mi pueblo me dicen ‘Garrincha’ por el brasileño y el técnico me llama y me dice: ‘Garrincha vas a entrar’ y el marcador estaba 2-0 en contra, para atrás, la conch... Hubieras elegido otro partido para hacerme debutar. Pero me dijo una frase que jamás olvidé: Todo lo que te suceda ahí adentro, queda en mi pecho, me dijo. Tú no te hagas problemas por nada. Te juro que entre a jugar con unas ganas, porque no esperé que me dijera esas cosas, prácticamente me dijo despreocúpate de todo entra y juega tu partido”, expresó emocionado.

Horacio Baldessari pasó de la risa a las lágrimas en La Fe de Cuto (video: Trome)
Horacio Baldessari pasó de la risa a las lágrimas en La Fe de Cuto (video: Trome)

Nunca, me dijo anda por aquí, muévete por aquí, nada, nada, nada. Entra y diviértete. Le dimos vuelta 3-2 con dos goles míos, imagínate, no sabes lo que era cuando salí de ese estadio, en mi pueblo, con mi gente, hermano, todo era ¡Garrincha, Garrincha! Yo vivía a 30 cuadras del estadio y no había moto, nada todo era a ‘pata’, mi casa era la última del pueblo”, recordó y la emoción se agolpaban en sus pupilas.

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El recuerdo de su madre, le quita el aliento y carga de ternura sus palabras. “No sé cuánto me faltaba para llegar a mi casa y a lo lejos veo a Doña Rosa, parada en la esquina, que me hacía así (agita las manos como pasándole la voz). ‘Tatita...’ ella me decía así. Qué hermosura, loco. Corrí esos 200 metros hasta mi casa en 3 segundos, le metí un abrazo a la vieja (se seca las lágrimas). Vamos a hablar de otra cosa, me hizo llorar Doña Rosa”, recordó Baldessari con melancolía la mirada de orgullo de su mamá.

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