CONDORICOSAS

La mamacita y el ‘chancadito’. La chibola y el veterano. En los últimos años es común ver muchas parejas disparejas caminando juntos por la calle o pregonando su relación a los cuatro vientos. Pero no siempre es amor al chancho, sino a los chicharrones. En el mundo, hay famosos como el futbolista italiano Mario Balotelli, el velocista Usain Bolt, el argentino Carlos Tevez o en Perú, el popular , por mencionar algunos. No son ‘arreglados’ y mucho menos tienen un aire a Christian Meier, pero se las han ingeniado para rodearse de lindas mujeres. Para ellos, la frase ‘Billetera mata galán’ los pone sabrosos, les da color.

Estos galancetes siempre han existido y uno de ellos fue un zambito que falló un gol clamoroso ante Ecuador en una Eliminatoria. En junio del 2001, la selección regresaba de jugar en Colombia y habíamos ganado con gol de ‘Ñol’ Solano. En ese grupo había un delantero, de apenas 23 años, y que todos llamaban , había alternado en dicho partido y tenía el pecho más inflado que el de una gallina de doble pechuga. En la sala de embarque, cuando el plantel se alistaba para regresar a Lima, el muchacho vio pasar dos argentinas, blancas, cabellos rubios, cuerpos de modelitos, ojos azules y una forma de hablar que lo flecharon de inmediato. El chinchano se sintió ganador. ‘Estoy en mi momento’, se dio valor.

Se acercó, se presentó y cuando quiso meter ‘floro’, se le trabó la lengua. Las ‘gauchas’ lo miraron de pies a cabeza, agarraron fuerte sus carteras y lo mandaron a volar, no sin antes lanzarle una advertencia: ‘Aprendé a ser ubicado, dejá de joder o llamaremos a seguridad…’. El atacante se avergonzó. Se sentó y después de unos minutos comprendió que lo suyo no era ganar por ‘pepa’ ni carisma. Se le prendió el foquito y llamó al utilero que dormía en uno de los sillones del lugar. ‘O’e gánate un sencillo… Vas donde ese par de blancas que están allí y me señalas, le dices que soy el goleador de la Liga de Bélgica, el mejor sudamericano de la Champions, que me piden todos los clubes grandes de Europa, he hecho los mejores contratos en el fútbol y que a mi corta edad, mi cuenta bancaria ya superó los seis ceros’.

El mensajero pintó al zambito como si fuera Pelé y a las muchachitas les cambió el rostro cuando escucharon la última parte del recado. ‘Vos, decíle a tu amigo que venga, queremos disculparnos, además nos gustan los morochos y mirándolo bien, se le ve atractivo…’. El ‘Cóndor’ no se hizo de rogar y fue con todo. Ahora sí soltó la lengua y les sacó el número de celular a ambas. Después de un par de semanas, las dos estaban disfrutando de unas vacaciones con el pelotero en Bélgica. Desde esa fecha el moreno entendió su realidad y cuál fue su fuerte para conquistar a los ‘cueritos’.

BAUTIZARON AL ‘CUQUI’

En el colegio, el trabajo, la universidad, en el barrio, siempre hay un ‘palomilla’. El que ‘bautiza’ a los recién llegados, el que agarra de punto a las ‘lornas’. O aprendes rápido o te conviertes en ‘cojinova’ para siempre. En el 2000, llegó a Sporting Cristal el delantero argentino, nacionalizado ecuatoriano, Carlos Alberto Juárez. Alto, fornido, cabello castaño a la altura de los hombros, ojos claros y fácil podía ganarse la vida en un reality. Era un tipo callado, poco comunicativo, casi introvertido y solo hablaba lo justo con sus compañeros. ‘Leo’ Rojas, asistente técnico de Juan Carlos Oblitas, consideró que era urgente acoplarlo al grupo y aprovechar sus dotes de goleador. Se le acercó a Aldo Olcese, uno de los más palomillas de aquel plantel, y le dijo: ‘Vas a concentrar con el nuevo… No sé qué haces, pero quiero que se suelte, que hable, que joda a los demás….’. El volante se tomó a pecho su misión y planeó una estrategia.

Un día el equipo concentró en un hotel y después de la cena, el ‘chato’ le dijo al extranjero: ‘Soy un buen compañero de cuarto, solo tengo un problema, soy sonámbulo. Pero no te preocupes, no hago cosas raras, solo te pido que así me veas haciendo cualquier disparate no me despiertes… Si lo haces, el psicólogo dice que puedes crearme un trauma’. A la medianoche, cuando Juárez dormía plácidamente, Olcese se levantó de la cama y fue al baño. Abrió los caños, la ducha, tiró la toalla al piso. La bulla despertó al atacante asustado. Sin quitarse la frazada, veía de reojo las locuras que hacía su compañero y se acordó de no despertarlo. El mediocampista pareció calmarse y se acercó a la cama del extranjero, levantó el edredón y se acostó a su lado.

El ‘9’ hizo que no sentía nada, cerró los ojos para hacerle creer que seguía durmiendo. De pronto, el ‘sonámbulo’ se puso de costado y le agarró una pierna. El delantero se encogió y trató de apartarse. Aldo lo abrazó por detrás, el ariete susurró: ‘Creo que este peruano es marica…’. En eso, Olcese le apretó una nalga y el argentino no aguantó, saltó de la cama y gritó: ‘¡Así te jodas con tu trauma, pero a mi nadie no me toca el c…!’. Lo cogió del cuello y el ‘palomilla’ soltó las carcajadas que despertaron a los demás compañeros: ‘Tranquilo, ‘Cuqui’, tranquilo, es una broma… Todos los nuevos pasan por esto’. El gaucho seguía molesto y no sabía si pegarle o matarse de la risa. Ambos se volvieron ‘patas’ y juntos recorrían la noche. Juárez aprendió las mañas, jergas y dejó de ser calladito.

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