Por: Carlos Bernuy


En San Marcos, como en todas las universidades, si no estudias no ingresas, no pasas de ciclo y menos te gradúas. La fue el estudiante limitado que esperó que le soplen en el último examen para avanzar. El carácter, el coraje, el ir al piso por una pelota, son solo complementos del gol y el talento, pero por sí solos no compran el boleto a una Copa del Mundo. Argentina y Ecuador no son culpables de nada, nosotros sí.

"Es una vergüenza", gritó un narrador de radio al término del triunfo de Ecuador 4-1 sobre la 'albiceleste' , resultado que nos terminó de sepultar y dio a la 'tricolor' el pase a Brasil 2019. ¿Vergüenza de qué? ¿De que Argentina no hiciera el trabajo que debía ser nuestro? La frase no es de alguien inteligente. Porque pretender que otro te de una mano es aceptar que no pudiste lograrlo por tus propios medios. Y en verdad, Perú no merecía ir.

El meter un gol a los 93 minutos ante Uruguay no borra que somos inferiores a los cuatro equipos que clasificaron: Argentina, Chile, Paraguay y Ecuador. A ninguno le pudimos ganar, dos nos derrotaron y los otros dos no nos vencieron por travesaños o malas definiciones. Perú fue un equipo al que no le se va reclamar lucha, porque la tuvo, pero si fútbol. Nuestro '9' fue el único de diez equipos que no hizo gol, nuestro '10'  solo era el número y los laterales jamás marcaron bien, por nombrar algunas cosas.

Es fácil hoy decir "arreglaron el partido", "devolvieron el favor de las eliminatorias" o cuanta idiotez pueda aparecer. Argentina terminó campeona del torneo y Ecuador hizo los goles que lo metieron al Mundial. Cada quien trabajó para sí mismo. Los hinchas silbaron e insultaron a los dirigentes de la AFA, mientras el padre del portero Massimo Sandi dijo que "se manchó el fútbol". Es acorde que todo padre proteja a su hijo, pero seguramente también le aconsejará que tenga más cuidado con remates, como los de Paraguay y Ecuador en el hexagonal, donde falló. 

No forjemos malas costumbres en los chicos, no hagamos que repartan culpas para evitar responsabilidades. San Marcos dejó en claro que pasa el que estudia, no el que pide que le soplen.

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