POR: ENRIQUE SILVA ORREGO

En esta obligada época de cuarentena, Netflix es una muy buena opción para ver películas. Chequeando la lista de títulos de su plataforma encontré ‘Sala de espera al infierno’ (The dead pool), quinta y última entrega sobre el rudo policía Harry ‘El sucio’ Callahan encarnado por La dirigió en 1988 su amigo y cercano colaborador Buddy Van Horn.

La cinta no está a la altura de las anteriores aventuras de Callahan, pero bien vale la pena su revisión. Quienes no hayan visto el notable filme original de 1971, realizado por Don Siegel, o alguna de las secuelas, conocerán aquí los poco ortodoxos métodos de trabajo del detective, que lo llevan a estar siempre en pugna con sus superiores.

El guion es convencional, pero la realización, a todas luces controlada por Eastwood, le da el ritmo justo a la historia de un asesino serial con una lista de víctimas. El relato involucra también a un director de cine de terror (Liam Neeson) y una reportera de televisión (Patricia Clarkson). Al principio aparece un juvenil Jim Carrey en el breve rol de rockero drogadicto.

Como es habitual en los filmes policiales, las escenas de acción suben la adrenalina. En ese sentido, Callahan no escatima el uso de la violencia para reducir o liquidar a los malhechores y se convierte, incluso, en blanco del homicida (la secuencia del carrito de juguete lo grafica muy bien). El veterano Clint es el alma de la película y su potente presencia justifica volver sobre ella.




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