aún no sabe cuándo volverá a Perú. Desde fines de diciembre, la argentina espera que se levante la orden de captura que hay en su contra. Aunque quiere mostrarse fuerte para sus seguidores en redes sociales, la modelo muestra su lado más íntimo en esta columna de :

Se hicieron cada vez más lejanos los gritos de los grillos para dar paso al ruido de la ciudad en movimiento. La claridad es inminente: entra por cada oportunidad escurridiza a la habitación. Abrumada por mis recuerdos de felicidad en mi hogar en Lima, refugiada en otros tiempos, cada vez más lejano y ajeno de ser mía la sensación cálida de la palabra hogar y familia.

El mundo vuelve a ser triste de nuevo. Sonámbula en la pesadumbre de los quehaceres inventados para llenar el día, con la esperanza intacta de que al caer la noche pueda cerrar los ojos y dormir. En el fondo, la incertidumbre de la batalla perdida.

Las noches suelen ser densas, inmersas en la más cruel y silenciosa oscuridad vuelven recuerdos impregnados de aromas y luz, de risas y plenitud. Sigilosamente murmuro “no me olviden” dedicado a mis bebés que ya se habrán considerados abandonados por la lejanía.

27 de diciembre fue la última vez que acaricié a mis perros con la certeza que los vería en 10 días. En el medio, órdenes de captura y palabras desconocidas ante quien ya ha pagado su reparación, encontrando un muro de hielo insensible cual madre que experimenta la perturbadora sensación del desarraigo de sus brazos de su pequeña, quizás la primera vez que tuvo que dejarla en el jardín. Tengo la impresión de que la soledad empieza a existir cuando ya no tienes a tus mascotas cerca.

Las pastillas fielmente derivan recuerdos de amor a encasillarse en eso y no asociarlos con la angustia desesperante de no poder abrazarlas durante las noches, de conformarme con hablarles por Skype y morder los labios para no escapar en forma traicionera la sensación de morirme en ese instante en el que ves a tu bebé y no puedes tocarlo. Sus ojitos inocentes tiernamente delineados.

Los ojos se humedecen y secando las lágrimas con el dorso de la mano, dejo libre un suspiro de resignación. La situación se vuelve insostenible, disfrazada de frustración al punto de no poder ignorar pensar en restablecerse en el país natal, mudar lo necesario y vender los muebles, sortear los cientos de cuadros que decoran con tanto sentimiento las paredes del departamento alquilado, al que ya no podré ingresar. Aún duelen las llaves en mi llavero.

En la duda de si he tomado los antidepresivos entro en el delirio de pensar que no porque aún siguen cayendo lágrimas saladas anestesiando la añoranza del infinito amor de las mascotas. Suena impersonal llamarlas mascotas cuando son mis hijitas.

La realidad momentánea es imposible plasmarla en palabras: se fuga sin remedio las ganas de levantarse de la cama. Rodri lo entiende aunque duela pero, ¿cómo le explicas a tus perrunos que no puedo acariciarlas y que desearía que la justicia levantara la orden para poder tomar el primer avión y quedarme en el piso de nuestro living mientras entre besos y mordiscos desesperados me reciben después de cada viaje de fin de semana donde iba por unos shows?

Desconsoladas pero con mi gorila que las llena de amor por dos pero no me engaña la mirada de copito, el movimiento de la colita de Lola, y la alegria ya apagada de frijol! Gala muerde mi almohada durante horas, durmiendo en alguna ropa que conserva mi aroma y yo; muero en silencio otra noche más de insomnio atrapada en un círculo que ve la luz luego de bajar con un vaso de agua las pastillas que recuperan el apetito y ordenan el caos. Así, como si nada ocurriera, la fluoxetina va haciendo su efecto en mis fibras viscerales buscando matar el amargo sabor del exilio.

Si le dedico mi columna de hoy a mostrar mi debilidad es porque muchas fans ven mi lado fuerte (que sí está y también es parte de mí) pero también está este lado: Demostrarles que nadie es ajeno a la tristeza y sobre todo para que, si alguien pasa por depresión, lo trate. No es vergonzoso o por lo menos es menos doloroso que autodestruirse. Todo pasa.

Un abrazo grande desde Argentina.

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