Hoy ya no es una novedad ver a jovencitos de 14, 15 y 16 años, encender un cigarro y fumarlo como grandes expertos en la materia. Esto está pasando, y lo peor de todo es que la edad de inicio en este hábito cada vez se reduce más.

Según un estudio de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), el 25% de la población escolar, entre 8 y 11 años, ya consume cigarrillos.

Estos niños comienzan con el hábito minimizando los riesgos de su conducta y cuando menos se lo imaginan, ya forman parte del grueso de la población que depende del tabaco.

Julio Rivera, cirujano torácico de Oncosalud, sostiene que hay tres factores para que un menor acepte fumar: por presión de los compañeros, baja autoestima y porque creció asumiendo que fumar es un comportamiento natural, dado que tienen padres con ese hábito.

“La cuestión es que el 60% de esos jóvenes fumadores que quisieron dejar el tabaco, luego de sus primeras experiencias, ya no pudieron”, lamenta.

EFECTOS

Los problemas cardiovasculares, envejecimiento cerebral prematuro y el cáncer, entre otras enfermedades que acarrea el tabaco, se presentan con prontitud en las personas que adquirieron el hábito de fumar desde la adolescencia. “Así vemos a adultos de 40 años, aproximadamente, que padecen males impropios de su edad”, sentencia Rivera.

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