Hace varios años se dedica a la fotografía. Se conoce a todos los pescadores, comerciantes, salvavidas y vecinos.
Fotógrafo

“¡Fotos al instante!, ¡fotos al instante!”, repite José Luis Ramírez (49) mientras pasea por las playas de Ancón cargando un muñeco inflable en forma de orca, una cámara fotográfica y una impresora portátil. Este pucallpino llegó hace más de treinta años a Lima para trabajar y hoy se desempeña como fotógrafo en los balnearios de esta parte de la capital.

¿A qué edad llegó a Lima?
Yo vine a los 15 años, recién salido del colegio. Les dije a mis padres que quería irme para estudiar y buscarme un mejor futuro. Pero cuando llegué aquí la realidad era distinta.

¿A qué se dedicó?
Primero fui vendedor ambulante de artículos de ferretería. Recuerdo que colocaba un plástico azul en el suelo y mostraba mis productos. En ese entonces me fue muy bien y abrí mi negocio. Lamentablemente, por problemas económicos, tuve que cerrarlo y buscar otra alternativa.

La fotografía...
Sí, aunque en ese momento era un hobby nada más. Antes trabajé haciendo colectivo con rutas fuera de Lima. En esos viajes fui haciendo fotos y me pagaban muy bien. Ahí me di cuenta de que era bueno para este trabajo. La necesidad despertó mi verdadera pasión.

¿Pero cómo llegó a las playas?
Porque me botaban de todos lados (risas), yo empecé en el Centro de Lima y Jesús María, pero siempre las autoridades nos ponían trabas. Un día se me ocurrió ir a Ancón, como yo vivía en Puente Piedra, me quedaba cerca. Y aquí me saqué la lotería (risas).

¿Cuánto tiempo ya lleva en Ancón?
Hace varios años, yo conozco a todos los pescadores, comerciantes, salvavidas y vecinos.

¿Y su orca la carga a todos lados?
Sí, claro. Es el plus de mi negocio, aunque no siempre es la orca. También traigo patitos, botecitos y otros objetos. Los niños se divierten. A veces no quieren bajarse del inflable (risas).

¿Qué lleva en ese maletín?
Es mi impresora portátil para poder dar las fotos al instante. Es muy práctica y me ayuda bastante. Los niños se divierten al ver cómo sale la foto de inmediato. Gritan “¡Mira, mamá!” (sonríe).

Usted debe terminar mojado después de hacer tanta foto en la orilla…
No me molesta, son gajes del oficio. Además, una refrescadita a los pies no hace daño. Con todo el calor que hace.

¿Y cómo hace para que la gente no se cruce en la toma?
Ese es el gran problema, pero no me queda otra que gritar: “¡Foto! ¡Foto! ¡No se cruce!”, sino me malogran todo.

¿Dónde lo podemos encontrar?
Empiezo mi recorrido por Playa Hermosa, cerca del muelle. Me pueden divisar por los inflables que cargo a mi espalda. Ya saben, con solo cinco soles se llevan una foto para el cuadro.

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