Este sabía que la situación del ministro de Defensa, , era insostenible. Su suerte estaba echada desde antes que salga en televisión a decir que no había cometido ningún delito ni acto de corrupción. Que ‘fue una situación personal, una cuestión privada, una muestra de amor’, por una joven abogada diecisiete años menor, a la que en cuatro días ascendió y la llevó a trabajar a su despacho con un sueldo de más de quince mil soles, como un congresista.

Definitivamente, no dio la talla y nuevamente quedó demostrada la mala muñeca del Presidente y su Premier para escoger a los ministros de carteras claves. No puede ser que la cabeza del Ministerio de Defensa, en uno de los días de la Cumbre , esté besuqueándose en plena calle barranquina, como un escolar que se ‘tira la pera’. Pero el asunto no es para tomárselo a broma. ¿Cómo el ministro de Defensa, en días claves para la seguridad de los más grandes dignatarios del planeta, ‘se hizo la vaca’ para pasearse con su chibola? González debió de renunciar de inmediato y no esperar hasta el día siguiente para decir que puso su cargo a disposición. Luego, el Ejecutivo indicó que su dimisión había sido aceptada. Todavía tuvo el desparpajo de quejarse que le habían ‘hecho reglaje’. ¡Pero si es el ministro de Defensa, un hombre que sabe los secretos militares mejor guardados del país! Suena sensato que los servicios de inteligencia desconfíen de la atracción de un tío otoñal por una bella abogada que puede ser su hija. No sería el primer caso en que un ministro de una cartera importante, se ve envuelto en una relación sentimental y, al final, la enamorada mujer resulta ser una espía.

El ‘Caso Profumo’ significó un tremendo escándalo en Gran Bretaña en el año 1963, en plena ‘Guerra Fría’. John Profumo era nada menos que el ministro de Guerra británico. Tuvo una relación amorosa con una bella bailarina Christine Keeler. Era casado y perdió la cabeza por la muchacha. Lo que no sabía era que la joven mantenía una relación, en paralelo, con un funcionario ruso de la embajada soviética en Londres, Yevgeny Ivanov, un oscuro individuo que tenía inmunidad diplomática, pero de quien los servicios británicos sospechaban que era un espía y utilizaba a la joven para que se relacionara con personajes importantes de la política británica. Recuerden que por esos años se produjo la ‘guerra de los misiles’ entre la entonces Unión Soviética, Cuba y Estados Unidos. Solo cuando salieron fotografías en la intimidad, publicadas por el ‘Daily Mirror’, el ministro de Guerra tuvo que ir a la Cámara de los Comunes a pedir perdón por haber intentado ‘confundir’ a los representantes y presentó inmediatamente su renuncia y se convirtió en un apestado político. Murió en el año 2006.

El ahora exministro González cometió el grave error de enamorarse, como un quinceañero, de la trujillana Lissete Ortega. Al igual que el exprimer vicepresidente del gobierno de , Raúl Diez Canseco. El exitoso empresario se vio envuelto en un tremendo escándalo al ser acusado por su propio hijo de haberle arrebatado a su novia. Pero lo más grave de todo no fue la crisis familiar desatada entre su hijo y su esposa, sino que Diez Canseco, en su calidad de vicepresidente, le entregó concesiones para una cafetería en el remozado aeropuerto internacional al padre de la muchacha, hecho que generó protestas de otros empresarios del rubro que lo acusaron de tener ‘conflicto de intereses’. Ante el tremendo escándalo, Diez Canseco renunció a la vicepresidencia y dividió sus negocios y propiedades con su esposa, para formar una familia con la que fuera enamorada de su hijo. Diez años después, el ‘Pollo’ reveló que había hecho las paces con su hijo y que no se arrepentía de haberse enamorado nuevamente a una edad otoñal. ¿Podrá afirmar lo mismo el cesado ministro de Defensa? Lissete le dirá, ¿contigo pan y cebolla? Apago el televisor.

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