Este escucha y ve por calles y plazas que hay una fiebre por la selección y todo lo relacionado al Mundial de Rusia. Perú debuta oficialmente el próximo sábado 16 en la mañana ante Dinamarca. Vuelve a una Copa del Mundo después de 36 años, pero al margen de lo futbolístico, debo confesar que siempre me llamó la atención culturalmente Rusia y la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

‘CRIMEN Y CASTIGO’: Aunque no lo crean, este columnista leyó desde muy jovencito esa novela del gran , ‘Crimen y castigo’.

Hasta ahora recuerdo cómo el estudiante universitario Raskólnikov, agobiado por su precaria situación económica en la Rusia prerrevolucionaria, asesina con un hacha a una prestamista, usurera, y a su hermana. Luego se apodera de sus joyas y dinero, y se deshace del arma homicida. A partir de ahí la novela toma un giro psicológico avanzado para su época. Más que presentarnos la forma en que la policía trata de resolver el crimen, el autor nos introduce en la desquiciada mente del asesino. Los temores, complejos, delirios, traumas y remordimientos de Raskólnikov, muchos infundados, pero que van dándole una trama tan intensa que uno espera que atrapen al criminal, que es amado por una chica, Sonia, y querido por sus amigos, pero él va camino a un abismo. Allí me di cuenta lo geniales que eran los escritores rusos. Y también entendí que ‘caras vemos, corazones no sabemos’.

‘LOS DIEZ DÍAS QUE ESTREMECIERON AL MUNDO’: Un periodista norteamericano, de ideas izquierdistas, viaja a Rusia en los momentos en que los consejos de los ‘sóviets bolcheviques’, organizados por Lenin, deciden derrocar al gobierno reformista de Kérenski. En ese año 1917, John Reed viaja por toda Rusia asistiendo como invitado especial a los llamados ‘sóviets’, comités que al final establecieron un gobierno paralelo al de Kérenski, al que derrocarían en octubre de 1918. Este columnista, estudiante de San Marcos, leyó este extraordinario libro reportaje, que al margen de las simpatías de Reed, me motivó a convertirme en periodista y viajar para retratar lo que vieran estos ojazos de Búho. Lustros después, Warren Beatty filmó ‘Reds’, sobre la vida del autor del libro, y ganó un Oscar en plena Norteamérica capitalista. Un dato adicional: Lenin, líder de la revolución que ensalzó Reed, en el prólogo escribió ‘deseo de todo corazón que este libro lo lean todos los proletarios del mundo’. Nadie imaginaba los millones de muertos que habría después en nombre de la cruel ‘dictadura del proletariado’ pregonada por Lenin, pero ejecutada por el segundo carnicero de la humanidad después de Hitler, Joseph Stalin.

‘LA ARAÑA NEGRA’: Lev Yashin, el portero de la recordada Unión Soviética, jugó cuatro mundiales y, gracias a él, su selección, en el Mundial de Suecia 1958, pudo eliminar a la poderosa Inglaterra. Le decían ‘La araña negra’ porque vestía de negro y parecía que no tenía dos, sino varios brazos para atajar. Su último Mundial fue en México 1970, pero ya era suplente. En se pueden ver sus atajadas de antología. No por nada la FIFA lo considera ‘El mejor arquero de la historia de los mundiales’. Gracias a que la organización del Mundial de Rusia lo inmortalizó por ser el póster oficial, las nuevas generaciones ven en blanco y negro a un portero más completo que la estrella alemana Manuel Neuer. Ni los míticos Gordon Banks, Inglaterra, Ladislao Mazurkiewicz, Uruguay, Sepp Maier, Alemania, o Dino Zoff, Italia, han podido igualarlo. Sin embargo, su paso por el Perú con su único equipo, el ‘Dinamo de Kiev’ fue, por decir lo menos, patético. En 1964, el afamado equipo soviético se enfrentó en el Estadio Nacional al Alianza Lima. Ganaron los soviéticos 2 a 1, pero el gol peruano lo hizo Alejandro ‘Pelé’ Guzmán, quien lloró al anotarlo. A los dos días, el Cristal de un veterano ‘Toto’ Terry derrotó al Dinamo. El gol del triunfo lo hizo el defensa Eloy Campos y, según crónicas de la época, por un error de Yashin. Esa noche coronó su triste actuación con una expulsión. Pero dos años más tarde sería la gran figura soviética en el Mundial de Inglaterra. Hasta el gran Eusebio le pidió perdón al anotarle un gol en la definición por el tercer puesto. Apago el televisor.

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