Este recibe algunos correos de mujeres que piden que escriba una columna sobre el escritor norteamericano (Andernach, Alemania 1920 - Los Angeles 1993), ese ‘viejo indecente’. Me pareció curioso porque recordé que las radicales feministas norteamericanas lo tenían, al igual que a otro grande como Norman Mailer, como enemigos declarados.

Cantidades navegables de tinta he utilizado para escribir columnas sobre el entrañable ‘Hank’, en la misma medida que los océanos de cerveza y vino que este bebió como agua en la mayor parte de sus setenta y tres años de escritor maldito. Pero, quien firmó libros con títulos como ‘Escritos de un viejo indecente’, ‘La senda del perdedor’, ‘Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones’ y que escribiera siete novelas entre la inicial ‘Cartero’ (1971), la notable ‘Mujeres’ (1978) y ‘Pulp’ (póstuma, 1994) siempre se consideró, ante todo, un poeta.

No por nada su célebre ‘alter ego’, Henry Chinaski, en sus narraciones, era un poeta que trabajaba de día como cartero y otros oficios indeseables (lavaplatos, pegacarteles en el metro, ascensorista), pero en la noches insomnes se embriagaba, escuchaba música clásica en una vieja radio y escribía poesía, hasta que logra la celebridad llegando a los cincuenta abriles.

En la vida real, le pasó casi lo mismo al autor. Después de publicar un par de poemas a los 24 años en una revista literaria, ‘Story Magazine’, su mundo se detuvo: “Renuncié a escribir por diez años y solo me emborrachaba y vivía mudándome de un lado a otro. Viví con malas mujeres y terminé en el pabellón de moribundos del Hospital de Los Angeles, sangrando a borbotones por hemorragias internas. Y cuando salí, comencé a escribir de nuevo. En diez años no había escrito nada en absoluto, digamos que viví”.

Cuando retoma la escritura, tenía harta materia prima, sin embargo, para no morir de hambre, continúa con su ignominiosa chamba de repartidor de cartas en barrios maleadazos, donde lo asaltan y le muerden perros rabiosos.

Escribe e intercambia correspondencia y versos con una escritora de otro estado, Barbara Frye, dueña de la revista literaria ‘Arlequin’, donde se publican poemas suyos en su faceta ya de ‘renacido’ ¡y contrae nupcias con ella!: “Me casé con una millonaria por accidente (Frye), la poeta que me invitó a Texas resultó ser una hermosa mujer rica, que iba a heredar un millón de dólares o algo así, cosa que yo no sabía. Nos conocimos, nos casamos y en su pueblo me di cuenta de que era casi la dueña de todo, pero no funcionó, así que dejé el millón...”, le confesó al poeta F. A. Nettelbeck.

Si bien sus novelas, con su estilo de ‘realismo sucio’, son las que lo lanzaron a la fama desde que empezó a publicar sus columnas tituladas ‘Escritos de un viejo indecente’, que aparecieron en el periódico ‘Los Angeles Open City’ (1967), estas tienen un volumen de producción considerablemente menor si se compara con los más de treinta libros de poesía que publicó desde ‘Flower, Fist and Bestial Wail’ (1960) y que culminara con ‘La gente parece flores al fin’ (2007), libro póstumo con poemas inéditos.

De sus colegas, decía: “Los escritores son abominables. Quedar a tomar unos tragos con otro escritor es como beber el agua sucia de la bañera”. Y a pesar de que el ícono de la cultura francesa Jean Paul Sartre afirmara que ‘Bukowski es el mejor poeta de América’, cuando Charles estuvo en París se negó a encontrarse con él y prefirió emborracharse de vino en una chingana llena de obreros desocupados.

Solo reconoció su admiración por estos autores: Céline, Dostoievski, D. H. Lawrence y, sobre todo, John Fante (‘Pregúntale al polvo’) al que consideró su maestro. Pero no se conocían sus loas públicas a poetas norteamericanos o de otra nacionalidad.

Por eso sorprendió que una revista española tradujera un poema suyo sobre nuestro inmenso poeta César Vallejo (Santiago de Chuco 1892 - París 1938), donde se rinde a sus pies como un devoto admirador: “Es muy difícil encontrar un hombre que escriba poemas que no te decepcionen. Vallejo nunca me decepcionó de esa manera./ Algunos dicen que murió de tanto pasar hambre./ Como sea, sus poemas sobre el terror a estar solo, son en cierto sentido, amables y no gritan. /Estamos cansados de casi todo el arte. Vallejo escribe como un hombre y no como un artista./ Está más allá de nuestro entendimiento./ Me gusta pensar que Vallejo todavía está vivo y caminando por la habitación, encuentro el sonido de sus pasos firmes./ Imponderable”.

Grande, Charles, para reconocer una obra imperecedera como la de César Vallejo.

Apago el televisor.

NOTICIAS SUGERIDAS

Contenido GEC