Este Búho es un admirador incondicional del escritor maldito y borrachoso, el germano-norteamericano (1920-1994). Lo leía en la soledad del estadio de San Marcos, a los veinte años, mientras esperaba a mi novia de toda la vida: Anita. Ella me decía, riendo: ¿Por qué lees a ese sinvergüenza, alcohólico y mujeriego? Para mí, Charles Bukowski, en esos años de locura, era mi escritor de cabecera. Me lo había recomendado mi carnal, el escritor Óscar Malca. Allí, viajando en buses y micros destartalados, devoraba las historias de su alter ego, Henry Chinaski, el famoso ‘Hank’ para sus amigos. El ‘viejo indecente’ de la cara destruida por el acné juvenil contaba historias increíbles y despotricaba contra el famoso ‘sueño americano’, que ahora pretende enarbolar el horroroso cabeza de zorrillo, . Engullí sus historias: Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones (1972), La máquina de follar (1967), La senda del perdedor (1982).

Pero tengo que reconocer que en estos tiempos de locura, nunca me puse a reflexionar y a leer al gran Bukowski poeta, aquel que él mismo nos mostraba en sus novelas como Henry Chinaski. Y eso es, mis queridos lectores amantes de Martín Adán, Antonio Cisneros, Jorge Pimentel y compañía, lo que quiero compartir, la poesía de Bukowski. Fue un descubrimiento tardío, ya que devoré toda su narrativa, pero una belleza morocha llamada Diana me lanzó un libro donde estaba resumida toda su poesía. Fuera del aspecto salvaje de Bukowski, yacía dentro de él un corazón tierno, y eso lo demostró en su emblemático poema ‘Pájaro azul’: “Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir/ pero soy duro con él,/ le digo quédate ahí dentro, no voy a permitir que nadie te vea. (...) Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir/ pero soy duro con él, /le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres montarme un lío?/ ¿es que quieres mis obras?/ ¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros en Europa?”.

Tiempo después leí un poema que me envió una joven universitaria, de 20 años: “Búho, a ti solo te gusta el ‘Buko’ mujeriego y borracho, pero no sabes que hay otro hombre en él, un poeta, el que nadie conoce y que lo tengo en mi almohada solitaria: “Estoy ahí sentado borracho/ escuchando las mismas sinfonías/ que me dieron la voluntad de seguir adelante/ cuando tenía 22/ 40 años después ni ellas ni yo tenemos la misma magia/ precisamente deberías haberme visto entonces tan esbelto,/ sin barriga,/ era todo nervio demacrado: violento, fuerte, loco. (...) Ahora estoy aquí sentado borracho./ Soy una serie de pequeñas victorias y grandes derrotas/ y estoy tan asombrado como cualquier otro de haber llegado desde allí hasta aquí/ sin cometer ningún asesinato ni haber sido asesinado; / sin haber dado con mis huesos en el manicomio”. Los correos electrónicos de los jóvenes siguieron llegando a este Búho que desconocía el impacto poético del viejo escritor de Los Ángeles, y me llegó otro de Tatiana: “Búho, lee este poema, que es la confesión de “Hank”: “Quiero que sepa sin embargo/ que todas las noches que he dormido a su lado,/ incluso las discusiones más inútiles,/ siempre fueron algo espléndido./ Y esas difíciles palabras/ que siempre temí decir/ pueden decirse ahora: Te amo”. Bukowski es como todos los hombres. Ama hasta la locura. Apago el televisor.

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