Este Búho condena el , perpetrado por una turba de simpatizantes del candidato de Perú Libre, Pedro Castillo, en momentos en que cubrían el mitin del chotano en la plaza La Merced.

También el de ayer al , así como a . Increíble, y hace pocos días el candidato de izquierda juró por Dios que se comprometía a respetar la democracia y la irrestricta libertad de prensa.

Por ello, me vi obligado a buscar en mi videoteca una ‘joyita’ del cine de los ochenta, sobre la labor de los hombres de prensa. ‘El año que vivimos en peligro’ (1982), la obra maestra del australiano Peter Weir, protagonizada por un todavía ‘cachorro’ Mel ‘Mad Max’ Gibson, antes de ser la megaestrella de ‘Corazón valiente’.

LA HISTORIA DE ‘EL AÑO QUE VIVIMOS EN PELIGRO’

La película se sitúa en la convulsionada Indonesia, en 1965, en plena ‘Guerra Fría’. Cuba alienta revoluciones en América Latina y la China de Mao en Asia. Mientras que la CIA y los Estados Unidos no están dispuestos a dejar que haya otro gobierno comunista en el archipiélago asiático. El país lo gobernaba quien lideró la revolución del yugo colonial de los Países Bajos, el general Sukarno, quien fundó el Partido Nacionalista y gobernó desde 1945.

En 1965, año en que se sitúa la trama, se ha convertido en un dictador de izquierda. Sukarno ve cómo el Partido Comunista indonesio mantiene una beligerante hegemonía en el país y organiza protestas para presionarlo a que aparte a militares derechistas, a los que acusan de ser usados por Estados Unidos para lograr derrocarlo.

En medio de ese conflicto, donde asoma una guerra civil a la vuelta de la esquina, con un Partido Comunista con más de tres millones de afiliados, solo superado por el soviético y el chino, y con militares y musulmanes azuzados por los norteamericanos para acabar con los ‘rojos’, en la ficción llega a Yakarta el periodista australiano Guy Hamilton (Gibson), un muchachón idealista.

Arriba con la ilusión de convertirse en un famoso corresponsal extranjero. Pero al ser su primera experiencia y por su trabajo en una pequeña televisora australiana, es solo un ‘pescadito’ al lado de verdaderos ‘tiburones’ corresponsales de las grandes cadenas norteamericanas y europeas. Todos cínicos pomposos, quienes lo marginan, quieren que ‘empiece la acción’, o sea, la guerra civil y, de paso, llevarse a la cama a la bella secretaria del embajador británico, Jill Bryant (irresistible, carnal, Sigourney Weaver).

En ese ambiente de complot, cantidades navegables de whisky, cerveza, lujuria y deseo de los corresponsales extranjeros, sobresale un fotógrafo enano lugareño, Billy Kwan (tremendo papel de la actriz Linda Hunt que le valió el Oscar a la mejor actuación secundaria). Es el alma de las reuniones, el chistoso, el datero, ‘el que la lleva y la trae’.

Pero detrás de ese enano jocoso se esconde un alma atormentada y sufrida por el inminente destino trágico de su país. En el fondo odia el cinismo de los periodistas extranjeros, pero ve algo diferente en Hamilton y decide ayudarlo. Le abre las puertas de las entrevistas más imposibles. Hasta al inubicable líder del Partido Comunista.

Hamilton es ahora el periodista estrella. Billy le entrega a Guy su último premio, le presenta a su mejor amiga Jill, la bella de la embajada británica, quien es la única que respeta al pequeñín. Jill y Guy se enamoran como dos fieras salvajes, en medio de lluvias torrenciales y la extraordinaria banda sonora, que incluye un tema de Vangelis.

En ese encuentro, ella le cuenta un secreto terrible y le pide total discreción: la embajada recibió un cable clasificado y confidencial, varios convoyes con armamento han partido de China rumbo a Indonesia para armar a los comunistas y empezar la guerra civil. Pero Guy no toma la información como una prueba de amor para irse con ella en el primer avión. Decide lanzar la primicia, la que ocasiona la terrible ‘matanza de Indonesia’, dirigida por el general Suharto, quien da un cruento golpe de Estado aniquilando a 6 mil militantes y simpatizantes comunistas.

Una película bella, impactante y cruda. Una visión del mundo del periodista corresponsal extranjero ‘viviendo peligrosamente’. Obsesionado por lograr la primicia sin importarle sacrificar su propia vida o, lo que es peor, traicionar una verdadera amistad o el verdadero amor, como hizo Hamilton con Billy y Jill.

Apago el televisor.

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