Este Búho es un periodista recorrido en elecciones presidenciales desde 1990, cuando irrumpió un chinito del tractor, rector de la Agraria, el desconocido Alberto Fujimori, en medio de un Perú con una economía quebrada por la hiperinflación y corrupción del primer gobierno de Alan García. En momentos de crisis, como la de aquel año, los peruanos votan por los extremos, que en algunos casos puede resultar un harakiri. Ayer nuevamente el Perú votó por un ‘outsider’.

En el conteo rápido de Ipsos,

Castillo prácticamente no existía en las redes sociales, particularmente el Twitter, donde se libraba la guerra entre opinólogos, trolls, actores, ‘gentita’ de la política, ‘hinchas’ que se despellejaban por López Aliaga, De Soto, Verónika, Lescano o Keiko, cuando el cajamarquino, como la tortuga de la fábula, venía de atrás como los cusqueños que edificaron el Tahuantinsuyo, de sur a norte: Puno, Arequipa, Ayacucho. Iba arrebatándole votos a Mendoza y Lescano, siendo hasta ‘levantado’ por algunos medios conservadores que ilusamente pensaron que solo mellaría a la cusqueña. Creció en un mes de manera vertiginosa, y no es casual que esa subida se diera cuando aumentaron terriblemente las muertes diarias por el coronavirus en el país.

La terrible pandemia, que ha dejado a los pobres más pobres y a la esperanzadora y emergente ‘clase media’ tan golpeada, fue la gran aliada del candidato del humilde ‘lapicito’. Los discursos del sutepista golpeaban a la ‘clase política’, a la que el pueblo culpa, con justa razón, al no dotar a su población de un sistema de salud digno que pudo protegernos mejor del coronavirus y no convertirnos en el primer país por muertes por millón de habitantes. Lanzó propuestas para la tribunas ‘efectistas’, como bajar el sueldo de los congresistas a la mitad, renunciar a su pensión vitalicia y que su sueldo sería el que percibe como maestro.

El desconocido para la gran masa, que se ‘reinventó’ como agricultor y escondía su pasado como sutepista del ala radical Conare-Movadef filo senderista, al final terminó convirtiéndose en una nueva ‘esperanza’. Pero las masas también se pueden equivocar.

Es casi seguro que el de Perú Libre, socio de Vladimir Cerrón, exgobernador condenado por corrupción, ya está instalado en la segunda vuelta. El problema de Castillo es si le alcanzará para derrotar al candidato que le salga al frente.

Por su aparición fugaz, no fue confrontado por sus rivales en cuanto a sus incendiarias propuestas en materia económica presentadas sin ningún estudio técnico que las avale, y que podrían llevar a la fuga de capitales y aislamiento crediticio.

Su rival aún no está decidido, pero nos hace vislumbrar un largo conteo y mucho dependerá de los personeros. Los candidatos democráticos deben olvidarse de histerias, patalelas, violencia verbal, acusaciones de fraude y apoyar al candidato que va a asegurar que la economía no se destruya y, más bien, presente una propuesta aperturista para que los capitales frescos y proyectos de envergadura se materialicen, para dar trabajo, divisas al país y salir de la crisis. Los partidarios de Castillo bailaron y festejaron.

Es un batacazo y tendrán también una importante bancada parlamentaria. Pero que no festeje mucho el chotano. Que recuerde que Verónika Mendoza casi pasa a la segunda vuelta en el Frente Amplio y al final salió por la puerta falsa. Castillo ingresó en un ‘vientre de alquiler’ y puede correr la misma suerte. En 1990 Mario Vargas Llosa le ganó a Alberto Fujimori. Pero el ‘Chino’ con el apoyo del Apra y la izquierda derrotó al escritor. Desde que volvió la democracia al país en 1980, en las segundas vueltas siempre ganó el que llegó segundo, con la excepción de 1985, donde el ganador, García, accedió directamente a la presidencia porque el segundo, Alfonso Barrantes, se retiró. Mañana continúo con mi radiografía electoral para analizar a De Soto y Keiko, la caída de Lescano y ‘Porky’ López Aliaga, el gran derrotado de estos comicios.

Apago el televisor.

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