Este Búho recién ayer pudo concentrarse y hacer los clásicos preparativos para la . Tal vez porque mi trabajo está íntimamente ligado a comentar la problemática política y social del país y acabamos de vivir terribles días de convulsión después del fallido golpe del tristemente célebre Pedro Castillo. O tal vez porque estaba también más preocupado por la ceremonia de graduación de quinto de secundaria de mi hijita. Pero soy consciente de que la Navidad para los padres y abuelos es completamente distinta a la de los niños. Es la ley de la vida. Los adultos algún día fuimos niños y muy felices en estas fiestas.

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Pero no me puedo engañar, a pesar de que ningún tiempo pasado, presente ni futuro será igual, creo que el espíritu de la Navidad del siglo anterior ha desaparecido. Tanto así que una conductora como , en una actitud totalmente desubicada, les dijo a más de un centenar de niñitos de San Juan de Lurigancho que ‘Papá Noel no existe’. Me imagino cómo se habrán sentido esos pequeños que estaban convencidos de que ese señor gordo y de barba blanca era quien les traía los regalos en Navidad.

Recordé un notable cuento autobiográfico del extraordinario escritor norteamericano Truman Capote

‘Una navidad’, donde relata cómo descubrió que Papá Noel no existía: ‘Muchas cosas ocurrieron que me mantuvieron despierto toda la noche. Primero, las pisadas, el ruido de mi padre subiendo y bajando las escaleras, respirando con dificultad. Tenía que ver qué hacía. De modo que me escondí en el balcón, entre la buganvilla.

Desde allí tenía una visión completa del salón, del árbol de Navidad y de la chimenea, donde todavía ardían pálidas llamas. Además, podía ver a mi padre. Caminaba a gatas por debajo del árbol disponiendo una pirámide de paquetes. Envueltos en papel púrpura, y rojo y dorado, y azul y blanco, crujían levemente cuando él los movía. Me sentía aturdido, ya que lo que veía me obligaba a reconsiderarlo todo. Si se suponía que estos regalos eran para mí, obviamente no habían sido enviados por el Señor ni repartidos por Papá Noel; no, eran regalos comprados y envueltos por mi padre. Lo que significaba que mi detestable primito Billy Bob, y otros tan detestables como él, no mentían cuando se burlaban de mí y me decían que no existía Papá Noel’.

Nunca como hoy vemos a tanta gente mendigando en las calles. No es una Navidad alegre. Los actos vandálicos que asolaron gran parte del país con sus tomas de carreteras arruinaron las campañas de fin de año al por mayor de los emporios de Mesa Redonda y Gamarra. Los mayoristas de provincias se vieron impedidos de viajar a Lima a comprar mercadería. Después de la maldita pandemia, los comerciantes pensaban recuperarse, pero les fue peor. Para colmo, los compradores de la capital, temerosos de que ocurran disturbios en el centro o amenazas de saqueo en Gamarra, no se arriesgan a visitar estos emporios comerciales. Una pena. Me quedé corto, mañana continúo. Apago el televisor.

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