Este Búho se conmociona con la escalofriante docuserie que acaba de lanzar ‘Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer’. A pocos días de su estreno, la biografía del asesino, violador, descuartizador y caníbal estadounidense se ha posicionado como la más vista en la historia de la plataforma de videos, superando a ‘El juego del calamar’.

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Las historias perturbadoras, sórdidas y oscuras siempre despertarán la curiosidad del ser humano. ¿Por qué? Por muchos factores, entre ellos porque retan constantemente nuestro límite de tolerancia a la violencia o porque nos recuerdan que un psicópata puede estar viviendo en nuestra propia casa y difícilmente nos daríamos cuenta.

Es así como sucedió con Jeff Dahmer, apodado el ‘Caníbal de Milwaukee’. Durante muchos años cometió sus crímenes sin que nadie sospechara siquiera. Era un hombre introvertido, silencioso, tímido, para sus vecinos. Sin embargo, detrás de su puerta, entre cuatro paredes, poseía una personalidad sanguinaria, capaz de masturbarse ante los cuerpos mutilados de sus víctimas.

Descuartizaba personas, los fotografiaba y esas imágenes las guardaba en su mesa de noche. Conservaba cráneos y órganos en su refrigeradora. Disolvía los cuerpos en un barril con ácido y dormía al lado sin problema.

¿Pero cómo se creó esta mente macabra? Para los especialistas en criminología es muy difícil descifrarlo, pues Dahmer rompió los parámetros establecidos: nació y creció en un hogar funcional, con papá y mamá. Tenía una familia ‘normal’.

Era amado por sus padres, aunque su madre siempre padeció de adicción a los barbitúricos. Iba a la escuela y jugaba con sus amigos. Pero sería, especulan algunos estudiosos de su biografía, el foco de atención que robaba su madre por su enfermedad lo que despertaría la sensación de abandono que luego utilizaría como excusa para cometer los crímenes más atroces.

Hay un hecho que sus biógrafos consideran determinante, fue en su niñez cuando junto a su padre diseccionaron un animal muerto. Fue tal la fascinación de Dahmer por esta actividad que, desde entonces y hasta su adolescencia, se dedicó a coleccionar animales para luego desmembrarlos, les arrancaba los intestinos, el corazón y los guardaba en soluciones salinas. Este sería el primer paso para que años después lo hiciera con personas.

A LOS 13 AÑOS, ALCOHÓLICO

En la escuela, a los 12 o 13 años, se convirtió en alcohólico. Y ya para entonces era un antisocial, una persona ensimismada, que de vez en cuando llamaba la atención por algunas ocurrencias ‘graciosas’. Antes de su graduación, sus padres se separaron, un detonante en su vida que alimentaría esa autopercepción de ser rechazado, abandonado.

Nunca fue un buen alumno. Ingresó a la Universidad de Ohio y fue expulsado por sus faltas y bajo rendimiento. Entonces su padre lo envió al ejército, de donde también lo echaron. Muchos años después se revelaría que allí había drogado y violado a varios soldados.

Para eso, a los 16 años, ya había descubierto su homosexualidad. A los 18 años cometería su primer crimen, cuando convenció a un hombre de subirse a su carro y lo llevó a tomar cervezas a su casa. Entonces lo golpeó en la cabeza hasta matarlo.

Al contar sobre este delito, Dahmer aseguró que se sintió harto porque su víctima estaba ansiosa por irse, por abandonarlo, por dejarlo. Su modus operandi era ir a discotecas gays, ligar con algún hombre y llevarlo a su casa. Los convencía diciendo que quería tomarles fotos y les pagaría por ese favor. Allí los dopaba, los asesinaba, los descuartizaba y muchas veces se masturbaba sobre los cadáveres o los violaba.

Guardaba en su refrigeradora órganos como el corazón. También cabezas. Para deshacerse del resto, usaba un barril con ácido. En los años que cometió sus crímenes no fue descubierto a pesar de que sus vecinos denunciaban a la policía los olores pútridos que emanaban de su casa. Así asesinó a 17 sujetos.

Solo cuando una de sus víctimas logró escapar fue cuando la policía descubrió todo lo que escondía Dahmer. En 1991 fue sentenciado a 15 cadenas perpetuas consecutivas. Tres años después moriría golpeado por un compañero de celda.

Sobre su vida se han escrito libros, filmado series, documentales, películas, y hasta se han grabado canciones como ‘213′ de Slayer. Pero es con Netflix, protagonizada loablemente por Evan Peters, que se ha popularizado en cada rincón del mundo.

Los especialistas piden tener cuidado, pues una producción como esta, si llega a ser vista por un niño o un adolescente con una personalidad frágil, podría generar conductas violentas o una percepción equivocada sobre este ser despreciable que arde en el infierno. Apago el televisor.

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