Este observa detenidamente a , su desenvolvimiento ante las interrogantes de los periodistas, su mirada arrogante frente al reportero que se sorprende con sus cotidianas palabras que repite de paporreta, pues los guiones los dicta su papá, el ‘emperador Kenzo’, y su ‘maestro shaolin’ Carlos ‘Kung Fu Panda’ Raffo. Veo al retoño que acariciaba melosamente a su perro ‘Puñete’, en ese malévolo video de su ‘Tío Vladi’, y me digo: ¿Qué parecido tiene Kenji con el personaje de ‘El último emperador’ (la laureada película de Bernardo Bertolucci)? 

Recuerdo que en una columna anterior, antes de las elecciones del 2016, escribí que Kenji Fujimori optaba por comportarse como si el partido que lo llevó nuevamente al Congreso no funcionara como una institución democrática, sino como si se tratara del brazo político de la dinastía de su padre, al autoproclamarse solito candidato presidencial al 2021, si es que su hermana perdía las elecciones. Ha pasado el tiempo y veo que este columnista de inmensos ojos de Búho no se equivocó. El encarcelado expresidente parafrasea a Abraham Valdelomar en su homenaje al Palais Concert: ‘El Perú soy yo, el partido es Keiko, el poder es para mí Kenji’. Él es el ‘tapadito’ del ‘Chino’ para el 2021. 

Del libidinoso niño que espiaba en las duchas de hoteles cinco estrellas a las periodistas ‘geishas’ de su padre, queda muy poco. Uno de sus asesores me chismeó que el querubín sufrió en su etapa de aprendizaje político. ‘Le dio surmenage en las cincuenta hojas de un libro clásico: ‘Clase, estado y nación’, de Julio Cotler. Pero allí está, con la espada desenvainada, creyéndose ‘Puyi’, el último emperador. Pero mejor repasemos no a Kenji Fujimori, que es una mala copia, sino veamos la apasionante historia de ‘Puyi’, de la película de Bertolucci.

‘El último emperador’ fue la cinta que arrasó con los premios Óscar en 1987, obteniendo las dos estatuillas más codiciadas de la noche. Premio a la mejor película y al mejor director, además de obtener siete más, como a mejor banda sonora, gracias al gran trabajo del músico japonés y actor en el filme, Ryuichi Sakamoto, y del notable David Byrne, factótum de, en esos tiempos, el grupo de culto norteamericano ‘Talking Heads’. Bertolucci dio un batacazo en Hollywood con el filme, porque era temido después de dirigir, en 1972, una película totalmente transgresora: ‘El último tango en París’, protagonizada por el gran Marlon Brando. ‘El último emperador’ se basó en la autobiografía del último soberano de China, antes de que hubiera una revolución y se instaurara la dictadura comunista de Mao Tse Tung. ‘Puyi’ fue coronado cuando tenía tres años y fue idolatrado por millones. 

Vivió como un Dios en la impenetrable ciudad prohibida, donde vivía el emperador, su familia y donde estaba vetado el ingreso del pueblo. Hasta que Japon invadió Manchuria, los patriotas chinos se organizaron en la lucha contra el imperialismo nipón, con Mao Tse Tung o Chian Kai-Shek, pero los japoneses, para legitimar su invasión, utilizaron al último emperador ‘Puyi’, un jovencito que al que le gustaba la vida licenciosa, mujeres, trago y ambición para que sea su emperador fantoche. Cuando Japón es derrotado y el comunismo de Mao llega al poder, ‘Puyi’ es arrestado. A diferencia de lo que le pasó a todos los llamados ‘contrarrevolucionarios colaboradores de Japón’, que fueron ejecutados, Mao le perdonó la vida a ‘Puyi’. Pero durante la ‘Revolución Cultural’, liderada por jóvenes fanáticos maoístas tipo senderistas, el último emperador fue sometido a un ‘reeducamiento’ y aquel monarca adorado por millones, que defecaba en bacinica de oro, terminó como el más humilde de los jardineros de la ciudad prohibida. El versátil actor John Lone (‘Madama Butterfly’, ‘El Año del Dragón’) encarnó al emperador. Kenji Fujimori tiene sangre japonesa, no china, pero se quiere comportar como si fuera un último emperador. ¡Tampoco, tampoco! Apago el televisor.

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