US President Donald Trump speaks in the Brady Briefing Room at the White House in Washington, DC on November 5, 2020. - Democrat Joe Biden is leading President Donald Trump in the race for the 270 electoral votes that will put one of them over the top, with the Democrat's campaign asserting they believe he has enough votes to win in key battleground states that remain undecided, like Pennsylvania. (Photo by Brendan SMIALOWSKI / AFP)
US President Donald Trump speaks in the Brady Briefing Room at the White House in Washington, DC on November 5, 2020. - Democrat Joe Biden is leading President Donald Trump in the race for the 270 electoral votes that will put one of them over the top, with the Democrat's campaign asserting they believe he has enough votes to win in key battleground states that remain undecided, like Pennsylvania. (Photo by Brendan SMIALOWSKI / AFP)

Este Búho observa la piconería y la irresponsabilidad suicida del presidente candidato Donald Trump, de pretender desconocer su inminente derrota al gritar ¡¡paren los conteos!!, y no puede dejar de recordar la aleccionadora fábula de ‘La rana y el alacrán’. Un río se desbordó en un bosque y todos los insectos terrestres eran arrastrados por la correntada y morían ahogados. Un alacrán, temblando, encaramado en un árbol y a punto de caer, suplica a una rana que chapoteaba, ajena al sufrimiento de sus vecinos. ‘Señora rana, por favor, ¿me puede llevar en su lomo al otro lado del bosque donde está seco?’. ‘Qué cosa, señor alacrán? Si usted pica y mata a todos, a muchos de mi familia usted ha matado, ni loca’. ‘Señora rana, si yo la pico y usted muere, se hunde y yo también muero’. ‘Ah, verdad -dijo la rana-, está bien, suba’. Cuando estaban a mitad de la correntada, ella siente un terrible dolor en la espalda. Voltea y ve el temible aguijón del alacrán clavado en su lomo. Ya con los estertores causados por el veneno alcanza a decir: ‘Señor alacrán, ¿qué ha hecho? ¿No se da cuenta que yo voy a morir y usted también?’. El alacrán le responde sin maldad, odio o sadismo, y más bien con resignación: ‘Sí, pero qué quiere que haga, así es mi naturaleza’. Donald Trump tambien muestra su naturaleza de alacrán. No puede reconocer dignamente su derrota y con hidalguía el triunfo de su contrincante. Prefiere mentir como a la medianoche de la elección, cuando lanzó un tuit ¡¡declarándose ganador!!

Imagínense que Twitter y Google colocaron esa información como falsa. Al otro día pidió la anulación de la votación en Las Vegas, donde perdió, y rechazaron su pedido. Después bramó para que paralicen el conteo en Michigan, donde se creía fijo y también perdió. Lanzaba esos ‘manotazos de ahogado’ cuando Biden estaba a siete votos electorales de ganar la presidencia, mientras a Trump le faltaban 56. No le importa, con sus desesperadas proclamas, encender la pradera, incentivar a sus beligerantes partidarios del sur, a los millonarios anticomunistas de Miami, dispuestos a contratar matones entre la escoria llegada de las cárceles de Fidel para aporrear a manifestantes demócratas, iniciar revueltas y crear el caos. ¿Es razonable que un presidente saliente, en vez irse por la puerta grande, quiera que lo saquen a patadas? Para la mayoría no, para Donald sí.

El multimillonario tiene la naturaleza del alacrán. Sin cultura política, ni clase, su naturaleza es violentista, salvaje, y lo va a dominar siempre. Qué distinta la actitud de Obama, quien justamente le entregó el cargo. En su mitin de despedida, el mandatario saliente le dijo a la multitud: ‘Por ustedes me esforcé por ser mejor presidente, pero por ustedes me hice una mejor persona’. Nunca, jamás de los jamases, Donald Trump podrá despedirse con estas palabras u otras similares. En primer lugar, ¡¡porque no se quiere ir!! En segundo lugar, porque es un malagradecido. Hizo de la xenofobia y el racismo la piedra angular de su gobierno. Orquestó una guerra desigual contra inmigrantes mexicanos llegando a separar a cientos de niños de sus padres. Pero lo paradójico es que su madre llegó a Estados Unidos de un pueblecito de Escocia y su padre fue hijo de ciudadanos alemanes que tuvieron que cambiarse de apellido para ‘americanizarse’. Un hombre que no respeta sus raíces nunca va a respetar nada. Apago el televisor.

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