Este Búho reconoce que los más importantes escritores latinoamericanos en su vida de lector juvenil son cuatro: , , Julio Ramón Ribeyro y Jorge Luis Borges. Pero concentrémonos en los que, en ese entonces, eran los ‘Enfants terribles’ de la literatura latinoamericana del llamado ‘Boom’: Mario y Gabo. Hago el recuento porque mis ojazos de Búho se posaron, en la última feria del libro, en un volumen considerado de culto: ‘La novela en América Latina: Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez’. Claro, pero en una nueva edición, pues la primera salió a la luz en 1968, un año después de que se produjera ese suceso literario, el encuentro entre ambos escritores, en ese polvoriento auditorio de la Facultad de Ingeniería (UNI) en setiembre de 1967. Ese alucinante e histórico diálogo frente a un rugiente auditorio se publicó en una edición sencilla, de poco tiraje, financiada por la universidad, con un prólogo del organizador de la cita y a la sazón director de Extensión Universitaria de esa casa de estudios: el crítico literario José Miguel Oviedo. Hoy, a decir de Vargas Llosa, ‘ese libro es el que más se ha pirateado de todos mis libros’. Mario y Gabriel eran amigos entrañables. Estaban jóvenes, el peruano había llegado al país para asistir al nacimiento de su segundo hijo, Gonzalo. El colombiano visitó Machu Picchu y cuando iba a partir a Europa, lo contactó Oviedo. El crítico literario, varias décadas después, en su libro de memorias, relató con lujo de detalles los pormenores de cómo logró juntar a los escritores que décadas después pasarían al olimpo de la literatura universal, al ganar el Premio Nobel. “Sabiendo los resquemores de Gabriel en compromisos públicos como ese, yo había rebajado la importancia del asunto, diciéndole que todo lo que tenía que hacer era charlar con Mario, sin pensar en la audiencia.

Cuando llegué al hotel Crillón, que en ese entonces era el mejor de Lima, llamé a su habitación y no contestó nadie. Pedí que lo llamasen al bar o al lobby. Nadie apareció. Esperé un poco preocupado de que algo le hubiera pasado, y di vueltas cerca de la entrada del hotel, pensando que había salido y se había retrasado. En una de esas vueltas, rodeé una de las gruesas columnas del lobby y vi a Gabo semiescondido detrás de ella. ‘Esperaba que no me encontrases’, me dijo decepcionado”. El auditorio, según diarios de la época, hervía. Vargas Llosa nunca quiso competir con su gran amigo. Años después, escribió un extraordinario ensayo: ‘García Márquez, historia de un deicidio’. Según algunos estudiosos, Mario prefería escucharlo. El asunto es que el colombiano cortó orejas y rabo. Fue más sincero y les dijo a los aspirantes a escritores, mucho antes que Truman Capote en ‘Música para camaleones’, lo que significaba el oficio de escritor. Gabo habló claro: “Por eso la gran dificultad es, primero, aprender a escribir. Esa es la parte que yo creo es misteriosa, es la parte innata que hace, lo que hace que una persona sea escritor o estenógrafo. Se aprende leyendo, trabajando, leyendo, sobre todo sabiendo una cosa: que escribir es una vocación excluyente, que todo lo demás es secundario”. Oviedo, en sus memorias, relató una anécdota sabrosa. “Hubo una larga serie de preguntas del público, pero una la recuerdo nítidamente: ‘Un joven, con un tono algo arrogante, elogió la novela de Gabo, pero se quejó que casi todos sus personajes masculinos se llamasen Aureliano o Arcadio, lo que, según él, complicaba innecesariamente la novela’. Gabo esperó unos segundos y le preguntó. ‘¿Cómo se llama usted?’. ‘Enrique’, contestó el interrogado. ‘¿Como su papá, verdad?’, replicó el colombiano al instante y la sala se vino abajo en carcajadas. Oviedo cuenta: “Gabo pudo hacerme una confidencia que nunca he revelado: ‘Mario no es mi amigo, es mi hermano’”. Increíblemente, solo años después, en México, a la salida de la presentación de la película ‘Los cachorros’, basada en una novela del peruano, Mario le estampó un cross de derecha a su ‘hermano’ colombiano. Desde esa fecha, nunca más se dirigieron la palabra. Solo en una cosa coincidieron. En que ninguno iba a revelar el motivo de tan furibundo nocaut. Gabo cumplió y se llevó el secreto a la tumba. Vargas Llosa jura que hará lo mismo. Tal vez Patricia, ahora divorciada de mala manera del escritor, podría revelar el verdadero motivo. Apago el televisor.

NOTICIAS SUGERIDAS

Contenido GEC