Martín Vizcarra pasea por la av. Brasil tras fin del desfile y peruanos le piden que cierre el Congreso. Foto: Fernando Sangama
Martín Vizcarra pasea por la av. Brasil tras fin del desfile y peruanos le piden que cierre el Congreso. Foto: Fernando Sangama

Este Búho nació de noche, pero no anoche. A Martín Vizcarra nadie le puso una pistola en la cabeza para reemplazar a su presidente PPK, prestándose al juego, justamente, de quienes ahora acusa que ‘no lo van a dejar gobernar’. Y así como posibilitó que renunciara Pedro Pablo y asumió la presidencia, ahora caprichosamente busca irse antes de tiempo arrastrando a políticos obstruccionistas, desestabilizadores y blindadores de corruptos. Uno se pregunta con todo respeto: ¿para eso aceptó llegar a Palacio? Vuelvo a leer ese trascendental libro ‘El político y el científico’ del sociólogo alemán Max Weber para entender lo que está pasando en el Perú. Vayamos a mis clásicos ‘Pastillazos’:

‘CULPABLE (NO) SOY YO’: El mandatario es capaz de cambiarle la letra al clásico tema romántico de ‘El Puma’ José Luis Rodríguez, ‘Culpable soy yo’. Se quiere ir antes de tiempo culpando de todo a ‘los otros’ y no tiene la ética para reconocer siquiera algún error de su parte. El compromiso del moqueguano no solo fue con la elite política del Congreso, a la que le hizo esa celebrada ‘jugada de ajedrecista’, sino con todos los peruanos.

Allí es donde calza el ejemplo de Max Weber sobre esos políticos a quienes les gusta echar la culpa al resto, para esconder su ineficiencia, su falta de fe, como bien lo señala en un párrafo: ‘Si falta la fe, cualquier éxito político, así sea aparentemente el más sólido y justo, llevará en sí la maldición de la futilidad’.

Y da un ejemplo de la vida cotidiana a esos políticos a los que les gusta ‘echarse grasa’ y culpar a los otros de su incapacidad: ‘Es difícil encontrar a un hombre que deja a su mujer por otra, que no se considere en la obligación de justificarse, asegurando que la dejó porque no era digna de su amor o que lo decepcionó. Eso es falta de hidalguía. En lugar de aceptar y enfrentarse al hecho de que ya no ama a su mujer, recurre al procedimiento tan poco caballeroso de tratar de crearse una ‘legitimidad’ para intentar tener la razón y culparla a ella de su desdicha’.

Ese mismo caso, me parece, sucedió el 28 de julio en su discurso. El mandatario parecía ese hombre que justifica su infidelidad y abandono del hogar culpando a su esposa. En este caso ‘legitimaba’ una actitud, hasta cierto punto cobarde, a una oposición visceral y obstruccionista. Además, escondía -como el hombre a la querida- que el real motivo de esa ‘tirada de toalla’ era porque jefaturaba un gobierno que está desacelerando el crecimiento económico, no hay generación de más empleos y es incapaz de empujar la inversión privada a gran escala, postrándose ante los politicastros radicales antimineros, y no pronunció ni una sola autocrítica.

De eso no tienen la culpa las bochincheras Bartra o Beteta, el deslenguado Becerril o el maquiavélico Mulder. Me sería fácil decir ¡¡cierren el Congreso!! y cosechar aplausos, pero ni de joven fui ayayero, menos lo voy a ser con medio siglo a cuestas.

EL TÓXICO FUJIAPRISMO: Solo he escuchado a unos pocos analistas centrados y nada camiseteros, pese a que tuvieron cargo de gobierno, decir con razón lo siguiente: ‘lo que pasa es que Vizcarra ya no puede gobernar’. En otras palabras, le quedó grande el reto de gobierno. Apuesta, en resumidas cuentas, a llegar ‘pichangueando’ al 2020 sin enfrentar grandes y difíciles retos, porque de eso se trata la política, de cambiar el ‘status quo’ con las reglas de juego democráticas. Con la lógica de Martín, ningún gobierno llegaría a cumplir su mandato constitucional. Sus críticas al fujiaprismo son legítimas, pero más coherente era una renuncia.

Este columnista fustiga con fuerza a esa mayoría parlamentaria tóxica, pero pienso que el remedio es peor que la enfermedad. Su propuesta de extender la crisis la vamos a pagar todos los peruanos, porque ese referéndum costará lo que equivale a construir necesarios hospitales y a reconstruir colegios que tanto necesita el país. Y adelantaremos una confrontación política que seguramente no va a tener parangón en el Perú. Qué fácil es creer que expectorando a un grupo nocivo y obstruccionista a sus planes de gobierno en el Congreso, se pueden resolver los problemas nacionales. Este Búho tiene varios lustros siguiendo política, sabe lo cambiantes que son las masas, las que seguramente lo elevarán en las encuestas. Más adelante, quién sabe, gritarán: ‘¡Vizcarra traidor!’. Apago el televisor. 

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