Este Búho piensa que la masacre en ‘es la punta del iceberg’ que nos faltaba en el dramático tema de la inseguridad ciudadana. Un loco licenciado de un instituto armado, que se ufanaba públicamente en las redes sociales de manejar armas, amenazaba con acribillar a los empleados de la municipalidad, quienes le impedían vender hamburguesas y salchipapas en una zona prohibida por ordenanza municipal. Cuando lo intervienen reacciona como un loco, disparando a matar en un ¡¡centro empresarial y comercial!!, donde hay bancos, restaurantes, discotecas y supermercados.

Tiene razón el exdirector de la Policía, Luis Montoya: ¿Qué más hubiese pasado si el suboficial Lorenzo Machaca no pasaba de casualidad por el lugar? El agente salía de estudiar de la universidad y al ver la balacera, corrió a hacer frente al pistolero y lo abatió. Eduardo Romero, el salchipapero conocido como ‘Colorado’, se paseó ¡una hora con dos pistolas! desde que baleó al gerente municipal de Los Olivos en una calle de ese distrito, hasta que llegó a la discoteca ‘Zeven’, donde disparó a dos miembros de seguridad. Fue el inicio de la matanza que solo concluyó con su muerte, tras acribillar a chicas inocentes en el cajero de un banco. La policía exhibió un nulo poder de reacción.

Comentaba que esta masacre me hizo recordar la película Taxi Driver, un clásico y violento filme de Martin Scorsese protagonizado por Robert de Niro. Pero en verdad, más se ajusta a un notable largometraje del estadounidense Joel Schumacher, ‘Día de furia’. Willian Foster (genial Michael Douglas) es un ciudadano anónimo. Abrumado por los problemas que comienzan cuando su guapa esposa Bet (Barbara Hershey) y madre de su pequeña hija, harta de sus manías de hijo único engreído, su frustración laboral y sus celos enfermizos, lo abandona llevándose a su pequeña y consigue una orden para que no se acerque a ellas a menos de doscientos metros de su casa. Este es su punto de quiebre, tal como lo fue para el asesino Romero Naupay el hecho que el municipio no le permitiera vender salchipapas con su carrito en la vía pública. Foster se loquea cuando se encuentra en un terrible atolladero en una superautopista de Los Ángeles.

Hace más de cuarenta y cinco grados de temperatura y ve a su alrededor a todos esos automovilistas que esperan pacientes escuchando radio, tomando agua y riéndose de manera conformista. Pero él, no. Está hecho una furia porque lo van a despedir del trabajo. La tortura de avanzar un metro en una hora lo desquicia. Manda al diablo todo, abandona su vehículo y sale caminando. No repara en que se encuentra en el este de Los Ángeles, un lugar bravo, poblado por inmigrantes latinos en permanente guerra con los afroamericanos. Con pinta de nerd -pelo cortito, camisa blanca y lentes de carey- es presa de la violencia callejera. Unos pandilleros lo persiguen para asaltarlo. No soporta ver a un neonazi y se le enfrenta. En una tienda de coreanos hace un escándalo porque venden los alimentos muy caros y le hablan en otra lengua, lo que lo enerva más.

Los Ángeles hierve como un infierno y lo siente, va de frente a comprar un arma, hartas municiones y desata una carnicería, idéntica a la del ‘Colorado’ en Independencia. Un detective viejo, Martin Prendergast (el inmenso Robert Duvall), que vive su último día de trabajo, tiene que seguir el rastro del misterioso pistolero. Nada justifica la violencia ni los asesinatos masivos. Ni el de Foster en la ficción ni el de ‘Colorado’ en la realidad. Este columnista está convencido de que no hay motivo alguno que fundamente el asesinato de gente inocente.


¿Qué pasaría si todos los ciudadanos agarramos una pistola porque nos ponen una papeleta o porque debemos pagar tarifas abusivas de luz y agua? Por eso encuentro patético y peligroso que en las redes sociales se lean mensajes de amenazas contra el policía héroe y más bien ensalcen como adalid al asesino. Es increíble lo que algunos descerebrados llegan a perpetrar, amparados por el anonimato.

La policía debe estar preparada y poner más atención en las redes, donde sicarios, ladrones y pandilleros se promocionan con armas de fuego y nadie los rastrea. Recuerden que así empezó el tristemente célebre ‘Colorado’. Apago el televisor.

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