Este estaba en un taxi cuando leyó una pequeña nota en el periódico: Murió a los 86 años el cineasta checo . Falleció en su casa de Connecticut rodeado de su familia. ‘¡No! -exclamé en voz alta-, ¡Murió Milos Forman!’. El chofer voltea y me dice: ‘Lo siento, señor, ¿era pariente cercano?’. No pude evitar ingresar al túnel del tiempo. Año 1976. Este columnista ‘tiró muro’ y se escapó del colegio a las cuatro de la tarde. A tres cuadras del Hipólito Unanue quedaba el cine Mirones, hoy destruido para hacer edificios de departamentos. Ya en esa época era un adicto al cine. El filme lo titularon en Perú como ‘Atrapado sin salida’, pero la traducción original era ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’, adaptación de la novela de Ken Kesey. Había arrasado en los premios Óscar aquel 1975. Entre las estatuillas alzadas estaban al mejor director, el checo Milos Forman; al mejor actor para Jack Nicholson y a la mejor actriz, Louise Fletcher, cuyo extraordinario papel de la despiadada e insensible enfermera principal de aquel ‘manicomio’ no solo le valió el reconocimiento de la Academia de Hollywood, sino el repudio popular del que nunca pudo despegarse. La película fue impactante. No por nada fue la segunda producción en la historia en ganar los cinco principales premios de la Academia. R.P. McMurphy (increíble Jack Nicholson) es un desadaptado social con problemas con la autoridad y registra cinco acusaciones por agresión física, por lo que debe ir a la cárcel. Para evitarla, su defensa argumenta que padece problemas mentales. La argucia da sus frutos y lo mandan a un centro psiquiátrico, donde planea pasar unas ‘pequeñas vacaciones’ con los ‘loquitos’.

Pero nunca imaginaría que esa institución funciona peor que una prisión y que la encargada, la jefa de enfermeras, la señorita Ratched (extraordinaria Louise Fletcher), no tiene piedad ni compasión por los enfermos mentales y los somete a una implacable disciplina que tiene idiotizados o robotizados a los enfermos que han perdido algún resquicio de deseo de libertad y voluntad propia. Toda esa maquinaria represiva incluía hasta shocks eléctricos y como pena máxima, la ‘lobotomía’. A ese recinto, que aniquila las últimas voluntades autónomas de un enfermo mental, ingresa Murphy con todos su espíritu de libertad, su cultura callejera, su sentido del humor e irrespeto a la autoridad. Logra ganarse la confianza, la admiración y el cariño de los internos cuya humanidad no había sido todavía aniquilada por el cruel ‘tratamiento’ de la enfermera Ratched. En ese micromundo se refleja lo que había vivido el propio director, un reputado cineasta checo que vivió feliz en los pocos meses que duró ‘la primavera de Praga’, en su Checoslovaquia natal, cuando el gobierno de Alexander Dubcek anuló las censuras stalinistas, pero meses después el país fue invadido por los tanques soviéticos y volvió la dictadura comunista. Allí, escritores de la talla de Milan Kundera y cineastas reputados como Milos Forman fueron hostilizados, perseguidos y obligados a exiliarse. Kundera en París y Forman en Estados Unidos. Su primera película, con bajo presupuesto, pero apoyada por su amigo polaco Roman Polanski y producida por Michael Douglas, fue un rotundo éxito de taquilla y de crítica. Nicholson dijo que ‘la gran virtud de Forman es que no te jode y te deja trabajar con libertad’. El largometraje se sigue programando en el cable por TCM y es de culto. El checo demostró que en Hollywood se pueden rodar películas ‘que pueden tener un punto de vista contestatario, subversivo’. Así lo demostraría su consagrada ‘Amadeus’: una particular visión de otro genio, el gran Mozart, a través de la mirada siniestra y retorcida de su rival pero en el fondo admirador, el también notable músico Antonio Salieri. Con ‘Amadeus’ ganó ocho premios. Se fue un grande, un reivindicador de la libertad individual y del derecho del hombre para ser el mismo a pesar de lo opresor y perverso que puede ser el poder y sus poderosos tentáculos. Apago el televisor.

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