Paolo Guerrero en la concentración de la selección peruana
Paolo Guerrero en la concentración de la selección peruana

Este primero tiene que festejar, como la inmensa mayoría de peruanos, que el capitán de la selección, el gran , quede habilitado para jugar el Mundial después de siete meses de terrible angustia. Me basta ver las manifestaciones espontáneas en los colegios de primaria del país, celebrando que no solo van a ver a la selección en Rusia, sino que su ídolo estará al frente del ataque. Paolo no construyó su leyenda porque fue goleador en la ‘U’ o Alianza, los clubes más populares del Perú, pues toda su carrera profesional la desarrolló en clubes de Europa y Brasil. Paolo se convirtió en ídolo porque desde aquel partido por las Eliminatorias del Mundial de Alemania 2006, dos años antes, en noviembre del 2004, anotó su primer gol en una clasificatoria, nada menos que contra Chile. ¡Y tenía solo 20 años! También anotaría ante Ecuador. Había nacido ‘El Depredador’, encarnando al jugador que se caracterizaba por entregarlo todo en la cancha cuando se ponía la blanquirroja, a diferencia de otros delanteros de esa época, como Claudio Pizarro, quien era goleador en el Bayern Múnich, pero anotaba poco con la selección. Ni qué decir de otro delantero, quien ante las críticas por sus continuos ‘bloopers’, llegó a decir que él ‘hacía goles donde le pagaban’. En ese pobre escenario, Paolo batalló como un guerrero solitario, cuando muchos tiraban la toalla, eliminatoria tras eliminatoria. Con la cabeza rota ante los uruguayos o marcado con deslealtad por los chilenos ‘macheteros’ como Gary Medel. Perú podía perder, pero allí estaba Guerrero, solo contra el mundo, anotando goles para las estadísticas. ¡Fueron 18 años! y desde aquella selección que en el 2004 le ganó 2 a 1 a Chile en Lima solo quedaba él. Y como caudillo y capitán, se puso el equipo al hombro. Cada proceso era una nueva frustración. El Mundial de Rusia era su última oportunidad.

Guerrero demostró que fue fundamental y más desequilibrante que los mismos uruguayos Edinson Cavani y Luisito Suárez. Basta repasar su gol ante Argentina, una pintura con pecho incluido, dejando como una zapatilla a Funes Mori, o el gol del empate ante Uruguay, donde humilló a base de velocidad y potencia a Godín, uno de los mejores zagueros del mundo, que terminó literalmente por los suelos. Con esas imágenes, Paolo llegaba, para la crítica, como uno de los futbolistas que iba a destacar con luz propia. ¡Cómo iban a inhabilitarlo! Aunque parecía imposible, hubo una luz al final del túnel. Solo los que nunca han pateado una pelota, los ‘palomillas de ventana’ o las tías que se sienten muy ‘superadas’ porque dicen que ‘odian el fútbol’, pueden maletear y burlarse de los momentos de felicidad que vive el pueblo.

Para un país castigado no solo por desastres naturales, como el fenómeno de El Niño Costero, o cataclismos políticos, como la corrupción de Odebrecht, los ‘Mamanivideos’ o el ‘Shopping Club’ del presidente del Congreso, el caso Guerrero sirvió por dos cosas:

1) La lección de titánica lucha contra la adversidad de un futbolista que en un momento se sintió solo y abandonado por instituciones que debían apoyarlo sin condiciones. Y ante esa lucha desesperada contra el tiempo, tuvo en su familia y sobre todo en su madre, doña Peta, unos escuderos incondicionales. Ella formó a su hijo desde niño para que fuera un deportista ejemplar. Lo crio para que llegara a jugar un Mundial con su selección. Nadar tantos años para ahogarse en la orilla no era justo. Por eso Paolo y su madre desde ya obtuvieron una primera victoria para Perú en el Mundial.

2) Aquí se les cayó la careta a muchos. Desde que Paolo y su progenitora emplazaron al presidente de la Federación, Edwin Oviedo, salieron a relucir algunos personajes que han saltado de hinchas a ser ‘periodistas deportivos’, pero que más parecen portavoces de los dirigentes, que hacen añorar los tiempos donde había verdaderos periodistas en la televisión. Felicitaciones por la ‘pepa’ a mi amigo, Carlos Alberto Navarro, que se ganó con todo derecho su presencia en Rusia. Ahora déjenme celebrar por Paolo y doña Peta. Apago el televisor.

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