Alan García
Alan García

Este Búho escribió el lunes que ‘se va quedando más solo que Adán’. Pasaron quince días y no se resolvía su pedido de asilo. La ‘demora’ del mandatario uruguayo Tabaré Vázquez, luego de que el Perú le enviara más de mil páginas con las investigaciones fiscales no de una, sino de varias ‘perlas’, hacía pensar a los analistas que la suerte de García estaba echada.

Incluso, él mismo, con un olfato político que despertó muy pero muy tarde, había hecho maletas el domingo. Esto se desprende de las declaraciones del embajador uruguayo en Perú, Carlos Barros, quien declaró al diario ‘El Observador’ que ni bien le comunicaron, a las siete y media de la mañana, la decisión del presidente Tabaré Vázquez de no otorgarle el asilo, García le respondió: ‘Entonces, ya me voy en este momento’. Y, efectivamente, salió a las ocho por la cochera de la embajada.

Una salida por una puerta falsa, humillante para alguien que fue dos veces presidente del Perú. ¿Cómo llegó García a caer, o mejor dicho, a meterse él mismo en este inminente pozo sin fondo? Vayamos por partes.

- PERDIÓ SU OLFATO POLÍTICO: ‘La historia en el Perú se repite, el destino es circular’, señalaba el maestro Luis Alberto Sánchez. Alberto Fujimori, aburguesado con su estancia como ciudadano japonés, decidió arriesgarlo todo para viajar a Chile y desde allí planificar su regreso ‘triunfal’ a Perú y terminó extraditado y condenado.

Alan, el ‘brillante’ estratega, había logrado salvar sus procesos judiciales vía la prescripción. Vivió a cuerpo de rey entre España y Francia en costosas propiedades, pero decidió jugar con la política peruana vía Twitter y también burlarse de la justicia, fingiendo que se allanaba a todas las investigaciones fiscales. Cuando descubrió que estos magistrados no eran como el antiguo fiscal de la Nación que lo salvó y archivó su caso, sino eran incorruptibles y ajenos a carnets partidarios, apuntó a derribarlos desde el Congreso con la alianza de ‘Mordaza’ Mulder y ‘Sipán’ Velásquez Quesquén, quienes batutearon al rebaño fujimorista, apostando todas sus fichas al blindaje del cuestionado Pedro Chávarry.

Cuando se hizo público que cobró 100 mil dólares de Odebrecht, de la caja de la cutra, vía una conferencia camuflada, Alan debió olfatear el peligro. Pero su ego descomunal, ‘del que se cree intocable’, lo hundió. Regresó muy orondo y con la sonrisa para las cámaras. Ya desde España estaba organizando la solicitud de asilo por ‘persecución política’ del gobierno vía judicial, si es que se atrevían a ordenar impedimento de salida del país.

Cuando esto se consumó y luego que en un caso de esquizofrenia política dijo que era un ‘honor quedarse esos meses en el país’, se refugió en la residencia del embajador uruguayo en San Isidro. Pero la partida recién comenzaba.

- EL PERÚ CONTRAATACA: En el pedido de García se denunciaba al gobierno peruano de ‘perseguirlo políticamente’. Tal embuste indignó a la opinión pública. No se podía tirar por los suelos la imagen de un país, que con todos sus tropiezos vive un estado de derecho, con independencia de poderes. Hasta Ollanta Humala lo desmintió. Keiko no se unió al pedido de García y, más bien, aprovechó para proyectar una imagen de una mujer valiente que no se corrió del Poder Judicial.

Martín Vizcarra y la Cancillería actuaron con la celeridad del caso. Allí comenzó a acabarse la suerte de García. Su olfato lo había traicionado una vez más. No asimiló bien las enseñanzas de Haya de la Torre sobre la teoría del ‘Espacio-tiempo histórico’. No estábamos ni en el Perú del dictador Manuel Odría, en 1949, que ordenó matar a Haya por sus ideas reformistas, ni tampoco vivíamos en 1992, el del autogolpe del ‘Chino’ Fujimori y los esbirros de Vladimiro Montesinos. Solito se puso la soga al cuello. Apago el televisor.

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