Este Búho leyó con entusiasmo la segunda novela del escritor peruanoDespués de su exitoso libro ‘Contarlo todo’, elogiado por el mismísimo Mario Vargas Llosa, el también periodista regresa a la arena literaria tras siete años de pausa.

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Y lo hace con un gran libro, que he disfrutado página por página. Antes de continuar con esta columna, debo aclarar que no soy un crítico literario, ni pretendo serlo. Apenas soy un lector curioso y todoterreno, que disfruta de la lectura como un niño con juguete nuevo.

Amo los grandes clásicos, pero también me rindo ante los destellazos que cada cierto tiempo iluminan el mundo de las letras. Y ‘Animales luminosos’ me ha parecido uno de esos grandes descubrimientos. Y no lo digo solo por la destreza y madurez con que el autor utiliza el lenguaje, sino por los temas que enfrenta, como la migración, el choque cultural, el frenesí de la adolescencia americana, el descubrimiento, las hormonas.

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El miedo al pasado, a un país, a una sociedad racista, que discrimina, abusa, humilla y espanta a los más pobres, a los cholos. La novela se ambienta en Colorado, Estados Unidos, hasta donde ha llegado Ismael Alaya, un joven ayacuchano que cursa -gracias a una beca- una maestría en Literatura en la Universidad de Colorado en Boulder.

Introvertido, inseguro, con miedo, carga una mochila pesada: su vida en Perú. Le cuesta reconocer y revelar su pasado, quizá porque está lleno de vejaciones, atropellos y desilusiones. Se ha establecido en un país que aún le es ajeno, inmenso, que lo desborda, pero en donde quiere echar raíces y construir su futuro.

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Una noche, luego de un almuerzo con Nate, quien se convertirá en su mejor amigo, iniciará un recorrido por la salvaje vida nocturna universitaria. Entre alcohol, drogas y chicas semidesnudas, conocerá las entrañas de Norteamérica, o parte de ella. La que solo había visto en películas.

“UN PAÍS DE LOCOS”

“Un país de locos”, en donde “se le impide a un chico menor de veintiún años comprar alcohol, pero sí rifles”. Ese, en donde el desenfreno, las mezcolanzas raciales, la visión del mundo más allá de sus fronteras es exótico y surrealista.

Ismael y Nate saltarán de bar en bar mientras van descubriéndose. Nate, un hippie, veinteañero, simpático, sufre por el amor de Margaret, una compañera de clase que le acepta sus insinuaciones a pesar de tener novio. Él la ama, pero está atado porque ella parece no verlo con las mismas intenciones. Tiene, en otro estado, una vida privilegiada, una familia conservadora, una pareja del mismo nivel social y económico. Y no piensa dejar aquello por el hippie. Tampoco se lo permitirían.

Es la ‘diferencia’, así definirá Nate a ese abismo entre ambos y que pronto Ismael reconocerá como un drama común en su país tercermundista. Irán por la noche acompañados de Todd, un apuesto gringo amante de la cultura sudamericana, y Nico, un colombiano que llegó muy niño a Norteamérica.

Ismael se sentirá parte de aquella ‘manchita’, que lo recibe con entusiasmo y confianza. Pero a pesar de ello, no logrará abrirse, mostrarse transparente y muchas veces será cortante cuando sus compañeros intenten saber más de él. Pero es con la bella Josefina, una venezolana radicada en Estados Unidos, migrante como él, con quien Ismael se revelará.

También motivado por la atracción que él tendrá hacia ella y por las cervezas que ya ‘treparon’. Entonces conoceremos al hombre con sus miedos y sus sueños. “Quería dedicar mi vida a leer y eso es absolutamente imposible en el país del que vengo (…). Yo lo que quería era leer a todas horas, leer sin parar, leer siempre (…). Y se supone que este sistema académico te permite hacer eso”.

Encantado por esos hermosos ojos oscuros, Ismael por fin dejará conocer sus orígenes andinos, sus intenciones de quedarse a vivir en Norteamérica, la rabia contra su país y, en consecuencia, con aquella sociedad que se estancó en la época del colonialismo y en donde no hay oportunidades para una persona como él, por muy talentoso que sea.

Entre flirteos, Ismael se dará cuenta que en esa noche, esa noche salvaje, fría, llena de claroscuros, por fin ha echado raíces sobre aquellas tierras porque empezará a construir ‘los recuerdos de su futuro’. Hasta antes, su vida en el país del norte había sido plana, rutinaria, vacía, sin emociones.

JEREMÍAS GAMBOA

Este Búho alguna vez pudo conversar con Jeremías Gamboa. Fue en 2016, en el ‘Hay Festival’ de Arequipa, a donde asistí como enviado especial de este diario. Entonces me habló con entusiasmo de su próximo libro, se refería a este. Luego, algunos meses después, lo vi dictando clases en el Centro Cultural de la Católica. Allí lo observé absorto ante sus alumnos, desmenuzando libros con una perspicacia que envidié. ‘Animales luminosos’ ha nacido sin el padrinazgo de un premio Nobel, sin el rótulo del ‘nuevo boom’ como lo llamó Vargas Llosa. Sin ese peso mediático, a pesar de todo, es un libro en el que el autor se supera. Apago el televisor.

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