Este Búho se levantó tempranito a recorrer su último día en la hermosa Ciudad Blanca. Y vi al volcán Misti, el Chachani, a lo lejos, imponentes y majestuosos. Y recordaba mis clases de Geografía en el colegio, cuando imaginaba inocentemente lo bonito que sería ver de cerca aquellos volcanes de Arequipa que con tanto esmero y dedicación retrataba mi profesor.

Caminamos frente a decenas de policías que resguardaban la ciudad, al salir de tomar el desayuno con mi fotógrafo y sobrino, Renzo Pariasca, un suculento adobo de chancho con pan serrano, acompañado de nuestros calientitos vasos de quinua para el frío mañanero.

Y cuando nos dirigíamos a nuestra última caminata por la Plaza de Armas, veíamos cómo poco a poquito se comenzaba a formar una marea roja. Ya sabíamos por qué, dentro de unos minutos estaría .

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Poco a poco llegaban orquestas con jóvenes con trajes andinos. Los sonidos de los timbales y las trompetas acaparaban los vientos y yo, ante la multitud que se formaba, me alejé por miedo al contagio. Porque esto es lo negativo y una muestra de por qué Arequipa está siendo azotada ferozmente por este maldito virus.

Y es que en mi estadía en la ciudad que vio nacer a Mariano Melgar, apreciaba a menudo aglomeraciones desproporcionadas, en su mayoría por simpatizantes del partido Perú Libre.

Sin embargo, un hecho que me dejó consternado y alarmado fue a nuestra llegada el viernes pasado. En esa misma noche en la Plaza de Armas un grupo fascistoide, vestidos de negro y con brazaletes similares al símbolo de la esvástica y música de fondo de Wagner, que revaloraban ideales de Hitler o Mussolini, se presentaban ante unos aficionados que erigían banderas mientras su joven líder, nieto de Mario Polar Ugarteche, proclamaba su indignante y trastornado plan de partido, llamando a no votar por ninguno. Ni capitalismo ni comunismo. Sino nacionalismo, ordenaba.

No me sorprendería que también haya por allí algunos ‘calichines’ de Antauro Humala. En este 2021, este columnista ve un país distinto. Es más, asistí a un debate diferente. El Perú espera de nosotros algo más que ideología. No sectarismos o proyectos políticos que nos pueden llevar a retroceder todo lo logrado en estos últimos años.

Miren el ejemplo cercano en la región, del hermano país de Venezuela y sus miles de inmigrantes que han llegado al Perú por hambre y necesidad. Por eso, cuando Lola, una señora, me espetó en la cara y me dijo: “Periodista, por qué no eres consecuente con la realidad social. Mire cuántos años nos ha gobernado la derecha y dónde nos encontramos ahora”, solo reflexioné con preocupación.

EL MODELO VENEZOLANO NOS MANDARÁ AL ABISMO

Lo que no entienden algunos de mis lectores, y en especial algunos amigos de izquierda, es que no podemos proyectarnos como nación con dogmas y doctrinas que han fracasado, y que han provocado miseria y pobreza en sus pueblos.

Lo digo en una oración: El modelo venezolano nos mandará al abismo. Y mucho más con un candidato que, se nota claramente, no está preparado para gobernar y habla de ‘razonador magnético’ o el programa ‘Barriga llena, corazón contento’. Pero era imposible poder responder. La escuché atentamente y me despedí.

Pero al llegar donde mi casera canilla, la señora Claudia Valcárcel, a una cuadra del hotel, de nuevo volvimos al mismo tema. “Aquí en Arequipa, Keiko no va a ganar”. Y así, pasabas por las calles y lo único que oías hablar era sobre el debate del día anterior.

Pero mi amor por esta entrañable ciudad, Arequipa, trasciende la política. Por eso me despedí de este lugar que tantos recuerdos gratos y felices me hizo vivir, cantándole aquel conmovedor himno, ‘Melgar’: ‘Blanca ciudad/ De eterno cielo azul/ puro sol/ Montañas de mis lares,/ donde nací (Eterno cielo azul)/ En donde me crié para amar/ Aquí dejo mi sueño/ Aquí dejo mi amor’. Hasta alguna próxima ocasión, bella Ciudad Blanca. Apago el televisor.

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