Estepiensa que el impensado resultado en las elecciones presidenciales del 11 de abril, con la victoria del profesor huelguista Pedro Castillo, del sector más radical y delirante de la extrema izquierda, es un fenómeno comprensible que se venía venir. Vivimos en un Perú con una espantosa pandemia que ya mató a más de 120 mil personas.

Sin vacunas, con hospitales convertidos en morgues, colapsados, con millones de compatriotas sin agua potable para ‘lavarse las manos cada veinte minutos’ como aconsejaba graciosamente la premier. Esa es la insensibilidad de personas que hace tiempo han perdido el contacto con la cruda realidad de los cordones de pobreza de Lima, pero sobre todo del Perú profundo, porque las alturas de las regiones serranas siguen tan profundas y abandonadas como las describió Arguedas a mediados del siglo pasado.

Ese defecto liquidó a Verónika Mendoza, quien se quiso poner ‘rosa’ para captar a la ‘clase media’, como se oyó en un bochornoso audio de una de sus colaboradoras. Las regiones olvidadas de la sierra castigaron al ‘establishment’ votando por el ‘lapicito’, no por su plan económico, que no lo tiene, pues exhibió una lista de amenazas. Votaron porque estaban hartos de los otros, de los mismos de siempre, como pregonaba tontamente ‘Forzay’, sin darse cuenta de que el primero de su lista fue dos veces ministro y asesor de Susana Villarán, acusada de graves casos de corrupción. A esa clase política le cayó una cachetada.

Pero en la segunda vuelta todo será muy diferente. Esta ya no será un descarte, sino que elegiremos al presidente entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori. La tarea del nuevo gobernante será crucial, pues una vez culminado el programa de vacunas, se deberá reconstruir al país, especialmente su economía. Deberá mantener un programa económico responsable que incentive la inversión, alejándose de los fantasmas estatizantes que tanto daño le han hecho al país.

KEIKO FUJIMORI: Cuando se pensaba que se había estancado, se recuperó golpeando duro con el tema de las vacunas a Sagasti, exigiendo la compra de privados y poniendo el dedo en la llaga en el tema de la inseguridad ciudadana. También se benefició, como Pedro Castillo, porque no le llegó el fuego cruzado que les cayó a sus adversarios.

HERNANDO DE SOTO: Como el conquistador español, dio batalla hasta el final y después de estar entre los ‘pitufos’ tuvo un espectacular levantón y resistió a pie firme golpes como los de su vacunación y la presencia del gelatinoso ‘Chibolín’. Fuera de su estratosférico ego, muchos piensan que era el más preparado e idóneo de todos los candidatos.

RAFAEL LÓPEZ ALIAGA: El gran perdedor, pues se creía fijo. Tiñó la campaña de violencia verbal, insultos hasta a mujeres periodistas y amenazas, amparado en un descomunal aparato publicitario y sus siniestros troles en las redes sociales. Pudo tener mejor suerte, pero sus desequilibrios emocionales en la recta final lo perjudicaron.

YONHY LESCANO: Vivió el sueño de una noche de verano cuando desembarcó del primer lugar a George Forsyth. Hizo una buena campaña en pueblos y noticieros, pero sus ‘bloopers’, como el del ‘Huáscar’ y el ‘cañazo’, lo devolvieron a su realidad.

VERÓNIKA MENDOZA: La otra gran derrotada. Perdió dos veces. La elección y su duelo con el otro izquierdista, Castillo, porque Arana jugo de ‘mantequilla’. Se perfiló menos radical que antaño y obtuvo resultados. Cuando irrumpió el chotano con su lapicito por Puno y Cusco y comenzó a crecer a costa suya, prefirió ignorarlo y buscar los votos de la clase media. Grave error.

GEORGE FORSYTH: Nunca debió renunciar a la alcaldía. Algún candidato le dijo una gran verdad: ‘Tú no estás para las ligas mayores, calichín’. La Vero y Keiko lo apanaron ante millones de televidentes por faltoso.

Apago el televisor.

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