Este no es pesimista. Tenía la esperanza de que las generaciones que nunca vivieron la gesta de los seleccionados de 1975, vieran al equipo que lidera Paolo Guerrero ganar la Copa América ayer en el histórico ‘Maracaná’. La esperanza es lo único que no se pierde, pero lamentablemente no se pudo. Eso no desmerece en absoluto lo que hizo nuestra selección, que llegó después de 44 años a la final.

Apenas acabó el partido reflexioné sobre la suerte que tuve de vivir los tiempos gloriosos del fútbol peruano, en televisores en blanco y negro y sin YouTube, para ver los goles de ‘Cachito’ Ramírez, Sotil, Cubillas, Oblitas, Percy Rojas o Muñante a cada rato. Tiempos en los que solo un canal mandaba a un enviado especial a las jornadas épicas de Perú, que vivimos gracias a los relatos del eterno y recordado Humberto Martínez Morosini.

Por eso, me alegro de que esta nueva camada de jugadores que dirige Ricardo Gareca, le haya dado a varias generaciones aquello que experimentó este columnista de niño y adolescente: ver al Perú en un Mundial y jugar una final de la Copa América.

Después de 1982 vivimos una pesadilla que la sufrieron niños que posteriormente se volverían adultos, y siguieron sin ver a nuestra selección disputar una Copa del Mundo o una final continental. Hasta que llegó este grupo, seleccionado por Gareca, un estratega que cubrió un hueco que dejaron Didí, Marcos Calderón y Tim.

Y lo hizo en tiempos oscuros no solo para el fútbol, sino para el país. Dos presidentes de la Federación Peruana de Fútbol terminaron en la cárcel por corrupción: Manuel Burga y Edwin Oviedo, incluso este último sigue encerrado. Mientras tanto, el escándalo de Lava Jato nos llenaba de vergüenza y ante el estupor de la ciudadanía, un expresidente fugó, otro fue a la cárcel con su esposa, otros dos terminaron con arresto domiciliario e impedimento de salida del país, y hasta uno de ellos se suicidó. El Congreso blindaba a una mafia de jueces supremos de ‘cuellos blancos’, magistrados y miembros del Consejo Nacional de la Magistratura, hoy encerrados algunos y otros fugados. En ese contexto, donde los padres no sabemos cómo explicar a nuestros hijos tanta vergüenza, un puñado de jugadores y un técnico nos demostraron que con profesionalismo, con amor a la camiseta, con unión, trabajo y sacrificio, se pueden conseguir objetivos que eran impensados en épocas anteriores.

Me emocionó ver a los niños de mi país con sus camisetas soñando con ganar la Copa, decir que en Qatar, Perú llegará a instancias finales. Me enorgullece que en los mercados y en Gamarra, ‘vuelen’ las camisetas blanquirrojas y miles las lleven con orgullo por las calles. Antes eso era impensado. El ‘Contigo Perú’ volvió a ser coreado como en Rusia gracias a esta selección. Se volvió un himno, como lo quiso el gran Augusto Polo Campos. No para que los militares que le pidieron escribirla pudieran capear el temporal de huelgas nacionales. Se convirtió en un canto de peruanidad, de unión de los peruanos de la costa, sierra y selva. Esa alegría nos la dio el fútbol.

Que los políticos oportunistas no se suban al coche, pues esta gesta lograda por el equipo de todos es un regalo para el pueblo. En una final se gana o se pierde, pero nadie podrá decir que no se batieron como gladiadores en ese coliseo romano llamado ‘Maracaná’. Gracias, muchachos.

Apago el televisor.

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