El 31 de mayo de 1970, un terremoto de magnitud 7,9 destruyó varias provincias del norte del Perú. Hubo 67,000 muertos y 150,000 heridos. (Foto: Archivo GEC)
El 31 de mayo de 1970, un terremoto de magnitud 7,9 destruyó varias provincias del norte del Perú. Hubo 67,000 muertos y 150,000 heridos. (Foto: Archivo GEC)

Este Búho ha vivido desde chibolo los grandes terremotos que azotaron el Perú. El poderoso sismo de 1970, que destruyó el Callejón de Huaylas y provocó un aluvión que desapareció Yungay. Se calcularon 70 mil muertos. Ese castigo de la naturaleza se produjo un domingo, con las familias reunidas en casa a las tres de la tarde, pues se jugó el primer partido del Mundial de México 1970 y se vio en directo por TV vía satélite.

A pocos días de conmemorarse un año más de ese devastador sismo, me permito recordar cómo funcionaban las comunicaciones ayer y hoy. Aquella tarde del 31 de mayo de 1970, pasado el movimiento telúrico, nos metimos a la cama con nuestros padres, asustados, porque mi tía Nena y mi abuela no paraban de llorar y las réplicas no cesaban.

Prendimos la TV y el recordado Humberto Martínez Morosini, del noticiero ‘El Panamericano’, daba las primeras informaciones. Escuchaba nombres extraños: Callejón de Huaylas, Yungay, ‘aluvión’. Las comunicaciones habían colapsado en la zona de desastre. No había electricidad en todo el Callejón de Huaylas y hasta en Chimbote, de donde provenían las noticias del interior del Callejón: Caraz, Huaraz, pero de Yungay nadie informaba nada.

En México la selección peruana se aprestaba a jugar el 2 de junio su primer partido ante Bulgaria, y un despistado le fue con la noticia de la tragedia al arquero trujillano Luis Rubiños: ‘Lucho, ¡Trujillo ha desaparecido!’. Esa noticia destrozó al golero, que ya no fue el mismo en todo el torneo porque su familia vivía allí.

El delantero ‘Perico’ León, con cara seria, preguntó: ‘¿Tan grande es ese callejón para que muera tanta gente?’. La tarde del debut mundialista, jugando con camiseta roja y un crespón negro, los muchachos estaban desmoralizados.

A don ‘Pepe’ Brandariz, jefe de equipo, se le ocurrió una idea. Llenó de tierra el jardín del estadio de León y antes de que salgan a la cancha les gritó: ‘¡¡Esta es tierra que acaba de llegar de Perú!!’. Los jugadores la besaron, se la pasaron por la cara, alguno hasta probó un poco y, como por encanto, salieron renovados.

En Lima, periodistas como el recordado Javier Ascue, de ‘El Comercio’, con 25 años y su fotógrafo José Michilot, fueron los primeros hombres de prensa en llegar a Yungay, desde Casma, caminando días, cruzando la helada Cordillera. Eran definitivamente otros tiempos. Hoy, todo es diferente. Nuestra página Web (trome.pe) informó al mundo el sismo del domingo en la madrugada en ‘tiempo real’. Marilyn Corrales, la editora, desde su equipo comenzó a informar desde las tres de la mañana sobre el epicentro, daños, víctimas a través de datos que llegaban de corresponsales y ‘subía’ la información minuto a minuto, que fue seguida por miles de asustados peruanos que saltaron de sus camas y entraron a la página para estar al día con la noticia. También informaba para los peruanos en el extranjero.

 En el parnaso de los grandes hombres de prensa, Javier Ascue -quien, por esas inexplicables cosas del destino, ya jubilado del diario Decano, muriera durante una comisión periodística, al caer su vehículo a un río en Tarma- seguramente le estaría alzando el pulgar a Marilyn en señal de aprobación, pues nuestra Web fue una de las primeras en ‘subir’ información del terremoto. Los tiempos, las tecnologías cambian, pero es el espíritu, la pasión, los que marcan la diferencia entre los periodistas de ayer, hoy y siempre. Apago el televisor.

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