El Búho analiza la era Putin en Rusia
El Búho analiza la era Putin en Rusia

Este está muy atento a los terrenos movedizos donde se mueve la política peruana, pero no por ello dejo de mirar la coyuntura internacional. Esa amenaza del presidente ruso a Estados Unidos, de desplegar armamento de medio y largo alcance contra posiciones ‘gringas’ en Europa, es cosa seria.

Putin es considerado un hombre de carácter duro, implacable y frío en sus decisiones. Muchos recuerdan cómo reconstruyó la economía, dándole golpes mortales a los llamados ‘oligarcas’ y al rey ruso del petróleo, Mijaíl Jodorkovski, el más millonario del país, a quien acusó de malversación, estafa y lo condenó a ocho años de prisión. Esto le dio réditos como un ‘nacionalista’ defensor de las riquezas naturales. Vladimir asume que no hay mejor socio para el estado que el estado mismo. Así reconstruyó la economía en base a la bonanza del petróleo. Que hace unos años lo hayan declarado ‘El hombre más poderoso del planeta’, título que siempre ostentaba un presidente norteamericano, dice mucho del ruso.

Él odia hablar de su vida privada, solo se sabe que es divorciado, tiene dos hijas y asiste a las invitaciones sin primera dama. Sí le gusta que lo fotografíen y lo filmen realizando deportes de aventura o montar caballos con el torso desnudo. Compite en campeonatos de judo, donde ostenta el cinturón negro y es un experto jugador de polo, al punto que jugó un partido oficial de su selección contra Finlandia. Y ha logrado mantener un régimen con mano de hierro.

Por ejemplo, en su país está prohibido hacer apología en público de la homosexualidad. Incluso, cuando el director Oliver Stone le preguntó, en un reportaje, si en un submarino entraría a las duchas con un gay, dijo que nunca ‘para qué voy a provocarlo, yo soy cinturón negro de judo’.

El presidente ruso salió de abajo, de allí su estilo simplón. Nació en el seno de una familia obrera en 1952, en la extinta URSS, en la entonces Leningrado, hoy San Petersburgo. Chancón y ambicioso, se recibió de abogado y luego fue reclutado por la poderosa KGB, la agencia de espías soviética y lo mandaron a Alemania Oriental, donde había soterrada guerra entre los servicios secretos occidentales CIA estadounidense, MI6 británica, los comunistas KGB y la alemana Stasi.

En Dresde, cuando se desmoronaba el régimen comunista oriental y las revueltas amenazaban con arrasar con los agentes de la KGB y el ejército soviético, pidieron la intervención del gobierno y estos no hicieron. Muchos de sus colegas murieron y Putin adoptó una posición firme. ‘El Estado debe tener una inteligencia poderosa, los agentes deben disponer de control político’. Con ese rollo llegó a Moscú a trabajar en la política, aprovechando la ‘perestroika’, pero siempre con perfil bajo con un ejército de exagentes leales que sirvieron primero a Boris Yeltsin, quien creyó que utilizaba a Putin y lo nombró director del Servicio Federal de Seguridad, otra KGB. Y luego, cuando los chechenos reclamaron su independencia por las buenas y con terrorismo, un jaqueado Yeltsin lo nombra primer ministro.

Allí el país vio quién manda en Rusia. Encabezó ‘la segunda guerra chechena’, que acabó a sangre y fuego con los independentistas y lo volvió un político popular y temido. En 1999, Yeltsin era como un fantasma que penaba en el Kremlin con su botella de vodka. El 31 de diciembre, Yeltsin dimitió y como mandaba la Constitución, Putin recibía la banda presidencial. Al igual que ‘Frank Underwood’ de la serie ‘House of Cards’, Putin llegaba al poder sin elecciones. En el año 2000 ganó los comicios con el 52 % de los votos. Se iniciaba ‘la era Putin’. Y continúa hasta ahora. Hace poco también se puso en contra de Donald Trump y apoyó abiertamente a la Venezuela del hambreador Nicolás Maduro. En política no hay casualidades.

Apago el televisor.

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