La fiesta de Pancholón
La fiesta de Pancholón

El Chato Matta llegó por un espectacular cebiche de cachema y su arrocito con mariscos y bastante rocotito molido. También se pidió una jarrita de chicha morada heladita. “María, la semana pasada se celebró un gran acontecimiento. El ¡¡cumpleaños de Pancholón!! ¡¡Fiesta romana!!, gritaron los invitados. Había que agasajarlo de la mejor manera. Invitamos a varias de sus mujeres que han desfilado por La Posada y amigas de la noche de toda la vida en tantos años de tramposería. A todas se les dijo lo mismo: ‘Vayan preparadas para todo. La casa pone el trago, la comida, la orquesta, el ‘telo’ y 20 luquitas para su taxi’. Prohibido ‘centradoras’, como la ‘Chica realidad’, y sangronas. Aquí todo es por amor al arte.

Pancho se emocionó. Fue impresionante ver cómo llegaban las minifalderas bien entacadas. Todas bien al ropero, con gel en el pelo, manicura y pedicura. Las minifaldas y tops fueron lo mejor de la noche. Los celulares con cámara se decomisaron en la puerta y la rumba fue con boleto y todo. Los abogados, amigos de ‘Pancholón’, chequeaban los ‘materiales’, se les iban los ojos. Hubo de todo, pero las que sobraban eran las bailarinas cumbiamberas y actrices, también las maleras que se embarazan y destruyen hogares. Las que tienen buen ojo para los ‘puntos’, las rumberas, las que rascan paredes, las peperas, las que tienen maridos y dicen que están solas. Las que la pegan de sanas y te piden que la lleves de la mano. Todas revueltas y sudorosas.

La orquesta de Jim Maelo (el popular ‘más na’) empezó retumbando en el local con uno de los temas preferidos de Pancholón, del gran Maelo Rivera: /Yo, yo, yo, yo, creo que voy solito a estar, cuando me muera, he sido el incomprendido, ni tú ni nadie me ha querido tal como soy/ bituqui pero yo, yo, yo, yo solo estaré/ y juraré que cuando muera/aun así con mis presagios tendré tu nombre a flor de labio y moriréeeeee/. Se me acercó una tía fuertota y, entre vasos de whisky etiqueta dorada, me confesó: ‘Pancho, no ama a nadie, solo a sus hijos, por eso de él nunca te puedes enamorar. Yo sufrí mucho cuando me dejó y hasta quise ponerle veneno en el trago cuando se metió con mi prima, pero después lo perdoné. No es malo, pero siempre será un mujeriego y enfermo del sexo’. La fiesta estaba en todo su furor, los ‘partidores’ trabajaban a la billetera, se relamían los labios, pateaban debajo de la mesa. Esa noche la ‘oficial’ de Pancho era una bailarina de un conocido programa cómico.

En un rincón se la comía a besos, pero los mensajes de WhatsApp en su teléfono lo demolían: Basura, dónde estás escondido. Te voy a encontrar y las vas a pagar… Seguro estás con esas cochinas y sinvergüenzas. Maldito, vas a morir… Gordo patán, no tienes palabra, dijiste que la ibas a pasar conmigo… Asuuu, Chato, y encima se acerca el ‘Día de los enamorados’, tengo que esconderme, de lo contrario pierdo por goleada. La próxima semana te sigo contando porque después llegó N’Samble con todos sus músicos”. Pucha, ese señor Pancho es un sinvergüenza. Me voy, cuídense.

El Chato Matta llegó por un espectacular cebiche de cachema y su arrocito con mariscos y bastante rocotito molido. También se pidió una jarrita de chicha morada heladita. “María, la semana pasada se celebró un gran acontecimiento. El ¡¡cumpleaños de Pancholón!! ¡¡Fiesta romana!!, gritaron los invitados. Había que agasajarlo de la mejor manera. Invitamos a varias de sus mujeres que han desfilado por La Posada y amigas de la noche de toda la vida en tantos años de tramposería. A todas se les dijo lo mismo: ‘Vayan preparadas para todo. La casa pone el trago, la comida, la orquesta, el ‘telo’ y 20 luquitas para su taxi’. Prohibido ‘centradoras’, como la ‘Chica realidad’, y sangronas. Aquí todo es por amor al arte.

Pancho se emocionó. Fue impresionante ver cómo llegaban las minifalderas bien entacadas. Todas bien al ropero, con gel en el pelo, manicura y pedicura. Las minifaldas y tops fueron lo mejor de la noche. Los celulares con cámara se decomisaron en la puerta y la rumba fue con boleto y todo. Los abogados, amigos de ‘Pancholón’, chequeaban los ‘materiales’, se les iban los ojos. Hubo de todo, pero las que sobraban eran las bailarinas cumbiamberas y actrices, también las maleras que se embarazan y destruyen hogares. Las que tienen buen ojo para los ‘puntos’, las rumberas, las que rascan paredes, las peperas, las que tienen maridos y dicen que están solas. Las que la pegan de sanas y te piden que la lleves de la mano. Todas revueltas y sudorosas.

La orquesta de Jim Maelo (el popular ‘más na’) empezó retumbando en el local con uno de los temas preferidos de Pancholón, del gran Maelo Rivera: /Yo, yo, yo, yo, creo que voy solito a estar, cuando me muera, he sido el incomprendido, ni tú ni nadie me ha querido tal como soy/ bituqui pero yo, yo, yo, yo solo estaré/ y juraré que cuando muera/aun así con mis presagios tendré tu nombre a flor de labio y moriréeeeee/. Se me acercó una tía fuertota y, entre vasos de whisky etiqueta dorada, me confesó: ‘Pancho, no ama a nadie, solo a sus hijos, por eso de él nunca te puedes enamorar. Yo sufrí mucho cuando me dejó y hasta quise ponerle veneno en el trago cuando se metió con mi prima, pero después lo perdoné. No es malo, pero siempre será un mujeriego y enfermo del sexo’. La fiesta estaba en todo su furor, los ‘partidores’ trabajaban a la billetera, se relamían los labios, pateaban debajo de la mesa. Esa noche la ‘oficial’ de Pancho era una bailarina de un conocido programa cómico.

En un rincón se la comía a besos, pero los mensajes de WhatsApp en su teléfono lo demolían: Basura, dónde estás escondido. Te voy a encontrar y las vas a pagar… Seguro estás con esas cochinas y sinvergüenzas. Maldito, vas a morir… Gordo patán, no tienes palabra, dijiste que la ibas a pasar conmigo… Asuuu, Chato, y encima se acerca el ‘Día de los enamorados’, tengo que esconderme, de lo contrario pierdo por goleada. La próxima semana te sigo contando porque después llegó N’Samble con todos sus músicos”. Pucha, ese señor Pancho es un sinvergüenza. Me voy, cuídense.

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