Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una contundente de chita con cangrejo popeye, pulpito, en rodajas y limón.

“María, siempre he dicho que la educación viene de casa. La enseñanza de los valores, el respeto hacia uno mismo y a los demás, es responsabilidad de los padres. Son estos quienes moldean la personalidad de sus hijos con sus palabras y ejemplo. Digo todo esto porque, últimamente, vemos en la televisión a impresentables que salen a contar intimidades de las mujeres con las que tuvieron ‘un encontrón’, un ‘choque y fuga’, como se dice hoy a las relaciones esporádicas de una noche.

Nunca les enseñaron, o se olvidaron, de que un caballero jamás tiene memoria cuando se trata de recordar su pasado con una mujer. Esos ‘lengualargas’ no merecen respeto ni ser llamados hombres. Eso por el lado de los varones. ¿Y las mujeres involucradas tienen alguna responsabilidad? Yo creo que sí. Por eso me llama la atención que se victimicen, que traten de aparecer ante todos como inocentes palomitas. Me explico. Cada uno es dueño de su intimidad: Si un adulto, hombre o mujer, se quiere meter con uno, cuatro o veinte, es problema suyo. Pero deben tener bien clarito que todos nuestros actos tienen consecuencias y, entonces, cuando estas llegan, hay que afrontarlas.

Si una chica hace un trío sexual con un hombre que, encima, no es su pareja y conoce poco, no puede esperar que ese tipo la respete. Tampoco que se quede callado y no cuente nada a sus amigos, a conocidos y hasta a periodistas.

Repito, me parece despreciable que un varón cuente las intimidades de una mujer. Pero la realidad es que el mundo está lleno de cobardes que se sienten machitos al revelar sus ‘hazañas’ sexuales. Por eso siempre digo que las mujeres especialmente ellas, porque un día serán madres, lo que las convierte en seres especiales y únicos deben respetarse y hacerse respetar, ver el amor y el sexo con seriedad, jamás como un juego o un simple acto placentero. No pueden jugar con su cuerpo, con su reputación. Me choca que escolares que aún están en el umbral de la niñez, adolescentes y jovencitas, participen en estas fiestas ‘semáforo’, ‘arcoíris’ y similares en las que compiten con otras chicas por ver quién toma más trago, quién se droga más y quién tiene sexo con más tipos en una sola noche. No piensan en las graves consecuencia de actos como estos, entre ellas el contagio de enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados. Repito, los padres tenemos la tarea de hablar con nuestros hijos, de educarlos con el ejemplo. Hay que enseñarles que las relaciones sexuales no son un juego, sino un aspecto importante de la vida que debe asumirse con responsabilidad y cuyo inicio debería retrasarse el mayor tiempo posible”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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