Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por sus tallarines verdes con su churrasco a la inglesa y una jarra de emoliente calientito. “María, llegó a buscarme mi amigo, el de política Cigarrito, con un casacón tipo ‘Ranger’, una chalina gruesa que le tapaba la cara y unos lentes oscuros. Solo su cabellera larga de color castaño no estaba cubierta. Las chicas de la Redacción por un momento alucinaron que era un actor de visita en la sección de Espectáculos y le susurraron ‘cuero’, pero cuando se sacó las gafas y vieron esos ojos vidriosos y amarillentos por tantas resacas y amanecidas, gritaron espantadas. 

‘Gary, en mis tiempos, las redacciones eran un loquerío y no había, como ahora, televisión por cable ni canales donde dan las noticias las 24 horas, como Canal N o RPP. Antes existían pocos noticieros y las informaciones los periodistas las sacábamos de la calle, y las internacionales, de los teletipos de cable. El director, gordo e inmenso, llegaba en la tarde con su guardaespaldas, quien había estado preso en ‘El Frontón’.

Cuando no había noticias impactantes de policiales, locales o accidentes en el país, el director recurría al servicio de cables. En esas épocas heroicas, las agencias periodísticas instalaban en el diario un aparatito que botaba cables en papel todo el día. En la sección de internacionales, un tipo se encargaba de cortar los cables y seleccionarlos. Cuando se acababa el papel, colocaba los rollos. El encargado era el tío Melvin, que se creía periodista estrella y lo peor, era libidinoso, siempre mirando a las redactoras jóvenes. 

A la vez, era bien sobón con el director, y por eso las ‘carnecitas’, como los cables que daban cuenta de trágicos accidentes con muchos muertos, se las guardaba para entregárselas personalmente al ‘dire’ y no al jefe de informaciones. Por eso, todos los días, antes de irse a cenar, escondía esos cables impactantes en su cajón con candado. Una noche salió a comer y se demoró más de la cuenta por enamorar a una moza cajamarquina. El ser chibolero fue su perdición. 

El director estaba desesperado y gritaba como loco: no había noticias de política ni asesinatos en policiales ni escándalos en espectáculos. ¡No hay portada, Chino, dónde m... está ese Melvin! Pero Melvin no aparecía por ningún lado. En ese tiempo, no había celular para ubicarlo. ¡Cigarrito, busca una comba y rompe el candado del escritorio de Melvin! Rompí la chapa y encontré un tesoro: Melvin había guardado el cable de ¡un terremoto con miles de muertos en Turquía, un choque de trenes con doscientos muertos en Rusia, un avión estrellado en un lago lleno de cocodrilos hambrientos en Kenia

El inmenso director besaba los cables y los mandaba a la Redacción. ‘Aquí está la portada, busquen fotos de cocodrilos con la boca abierta’. Todos volaron a chambear. En eso entró Melvin, muy campante, sacándose las sobras del chanchito con tamarindo de la boca. Se escuchó un tremendo grito y vimos cómo el director se lanzaba encima del pequeño ‘cortacables’ gritándole: ‘¡Desgraciado! ¡Por qué me escondes los muertitos, carajo!’. El pobre fue despedido a patadas”. Pucha, ese señor Cigarrito tiene unas historias bien locas. Me voy, cuídense.

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