Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un arroz con pato sazonado con cervecita negra, servido con salsa criolla y, para la sed, un refresco de maracuyá friecito. “María, una vez más se demostró el tremendo poder de las , para bien o para mal, con . Falsos rumores divulgados inicialmente a través de Facebook sobre secuestradores de niños, traficantes de órganos y hasta ‘pishtacos’, movilizaron a unas dos mil personas que llegaron hasta la comisaría de ese sector de , con la intención de tomarla a la fuerza para sacar a una mujer y lincharla. 

Al final, en medio de la confusión, una mujer perdió la vida de un balazo. Todo surgió a raíz de rumores malévolos en Internet sobre un niño que había sido hallado descuartizado y sin sus órganos. Una persona no identificada, incluso, aseguró que en Huaycán estaban velando a un menor que había sido descuartizado la noche anterior. ¡Todo era falso! Y aunque nadie sabía dónde era el velorio y, mucho menos, nadie había visto al supuesto pequeño asesinado, igual se desató una histeria colectiva demasiado peligrosa. Acusaban a la mujer de ser ‘la maldita asesina’ porque ‘es desconocida y tenía la mochila de un escolar’.

Como si fuera poco, la acusaban de querer llevarse a otro niño para matarlo. Los mismos pobladores la habían capturado y golpeado horas antes, aunque felizmente la policía llegó y la salvó de ser asesinada. Sin embargo, la turba cada vez crecía más, iban y venían los rumores sobre ‘la maldita mujer que mata niños’ y entonces atacaron la comisaría. Grupos de peligrosos sujetos que solo pueden ser delincuentes, voltearon varios vehículos nuevos y los destrozaron. También incendiaron varios carros. 

La policía tuvo que hacer decenas de disparos al aire para dispersarlos, pero no lo conseguían. Unos encuestadores fueron rodeados por cientos de personas que estuvieron a punto de masacrarlos, pero llegó la policía y los salvó. Los pobres estaban aterrados, pues habían visto la muerte a la cara. El ministro del Interior, Carlos Basombrío, tuvo que salir en televisión en vivo para asegurar que todos los rumores de traficantes de órganos eran falsos. 

Efectivamente, se trató de un psicosocial urdido por agitadores profesionales interesados en crear caos, violencia y miedo. ¿Con qué objetivo? Eso aún es un misterio. Este caso debe enseñarnos que no se puede creer todo lo que aparece en las redes sociales. Si bien estas tienen la fuerza de la inmediatez, el grave peligro es que lo que se publica no es confirmado y puede provocar desgracias. En Huaycán ocurrió. ¡Mucho cuidado!”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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