Incendio en Mesa Redonda. Foto: Joseph Angeles
Incendio en Mesa Redonda. Foto: Joseph Angeles

El fotógrafo Gary llegó al restaurante por su adobo de chanchito con arroz blanco y ajicito molido. Para calmar la sed, se pidió un refresco de maracuyá heladito.

“María, llegué temprano a la Redacción y me encontré con el legendario periodista de Policiales, ‘El Sonámbulo’. Estaba frente a su computadora revisando sus archivos. ‘Gary, mandé a mis alumnos a que fueran a Mesa Redonda en pleno incendio, para que me hagan una crónica. Como tú sabes, cubrí para este diario el pavoroso incendio que dejó quinientos muertos, un número indeterminado de desaparecidos y millonarios daños materiales, aquel 29 de diciembre del 2001.

Recuerdo que ese sábado estaba en mi casa viendo ‘tele’ cuando recibí el llamado del fotógrafo José ‘Cajita’ Caja: “‘Sonámbulo’, acaba de empezar un incendio en Mesa Redonda, vivo a una cuadra y estoy solo, no llegan ni los bomberos ni los periodistas, esto parece el bombardeo de Hiroshima”. Tomé un taxi y lo que vi era aterrador. Ese día era sábado y Mesa Redonda reventaba. Los minoristas de todo Lima y los mayoristas de provincias llegaban a comprar cajas y cajas de artefactos pirotécnicos que llegaban de contrabando y se almacenaban por toneladas en los depósitos.

Muchos de estos artefactos estaban prohibidos en varios países por su alto poder explosivo. Tanta era la demanda, porque ya se acercaba el Año Nuevo, que los dueños de las galerías tenían un ejército de ‘chacales’, niños, hombres y mujeres que vivían en los alrededores, y a los que les daban la mercadería a consignación y vendían como ambulantes en los jirones Cusco y Andahuaylas. Uno de estos vendedores prendió un artefacto que se estrelló en una ruma de explosivos y se armó una explosión en cadena. Donde caía un cohete había más explosiones. Era como tirar fósforos prendidos a una piscina de gasolina.

Pero lo peor es que había una estación del transformador de electricidad que no resistió el calor y estalló, incendiando una fila de taxis con sus ocupantes adentro, que se achicharraron al instante. Fue como la explosión de una bomba atómica. Por eso es que se contabilizaron quinientos muertos, porque de ellos quedaban un diente, una sortija. Los que se calcinaron por completo y quedaron cenizas no fueron contabilizados. Las fotos que tomó ‘Cajita’ nunca se publicarán por lo terrible que son.

Padres calcinados con un hijo al que intentaron proteger. Para este periodista, lo peor fue el olor a carne chamuscada. Fue horrible. Y luego asistimos a las decenas de velorios en la ‘Huerta Perdida’, donde solo velaban las ropas de los difuntos. No hay velorio más triste del que no se tiene un cadáver a quien llorar. Espero nunca volver a cubrir una tragedia como esa’. Los alumnos de ‘El Sonámbulo’ entregaron calladitos su crónica. Estaban muy impactados”. Pucha, ese señor, ‘El Sonámbulo’, es un verdadero maestro. Me voy, cuídense.

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