‘El Negro’, Jorge Salazar.
‘El Negro’, Jorge Salazar.

El fotógrafo Gary llegó al restaurante por una rica carapulcra con carne de chancho y su ajicito molido. Para beber, se pidió una jarrita de agua de emoliente con cebada al tiempo. “María, estaba leyendo en un blog de Internet a un gran periodista de Caretas, Jorge Salazar. Fue un extraordinario cronista de policiales, conocido como ‘Coco’ o ‘El Negro’. Fue maestro de muchos colegas que hoy destacan en el medio. 

Al leerlo, recordé cuando empecé en mi carrera de fotógrafo, pues lo conocí en comisiones increíbles gracias a otro gran periodista que trabajaba conmigo, el célebre ‘Cigarrito’. Era espectacular estar frente a frente con dos de los más grandes pesos pesados de la pluma de los años ochenta. Salazar era erudito, muy culto, había vivido años en Europa y se había casado con una guapísima modelo de Londres, Moonbean, que perdió la cabeza por Jorge, un hombre morocho, esmirriado y nada que ver con los galanes que la rondaban. 

No solo era un gran escritor, sino un sibarita. Una vez me confesó: “A Moonbean no la enamoré con mis conocimentos ni con mis libros y menos con mi ‘cacharro’. A ella la enamoré cuando le preparé un lomo saltado”. Salazar fue el hombre al que Mario Poggi llamó antes de ¡¡ahorcar con su correa al descuartizador Díaz Balbín, en la División de Homicidios!! Se hizo una crónica espectacular y su revista agotó la edición.

Esa tarde coincidimos con ‘Cigarrito’, el periodista más flaco del Perú. Era tan pero tan flaco, que era del mismo grosor de frente y de perfil. Se vestía como chibolo con jeans y casacas de cuero negras. Tenía el pelo largo, castaño y de espaldas las chibolas lo miraban, se ilusionaban y le susurraban ‘cuero’, pero cuando volteaba, veían su rostro blanquísimo pero surcado por miles de arrugas, como las dunas del rally Dakar, y sus ojos claros rojos, inyectados de tantas amanecidas. 

Las jóvenes gritaban de espanto como si estuvieran en un cine viendo a Freddy Krueger, el de las ‘pesadillas’. Era un tigre de la política. En sus años mozos, el general Juan Velasco Alvarado lo mandaba llamar a Palacio y le decía: “‘Cigarrito’, no te hagas el cojudo y tómate este pisco moqueguano conmigo”. Morales Bermúdez también lo llamaba: “‘Cigarrito’, dime, ¿la izquierda está complotando contra mí?”. 

Su ‘Waterloo’ fue cuando llegaron al poder Belaunde y después Alan García, pues le cerraron las puertas por haber trabajado para la dictadura militar. Encima, nunca guardó pan para mayo, pues toda su plata se la gastaba en viajes y borracheras, al punto que su mujer lo dejó. Mi amigo maldijo su suerte, pero años después me dijo ‘Gary, tal vez vuelva a ser periodista de Palacio en mi otra vida. Y te juro que nunca le haré la patería a un gobernante de facto. Seré leal a los presidentes democráticos’. María, te voy a ir contando historias de grandes personajes que conocí en mi carrera de fotógrafo”. Pucha, pobre ‘Cigarrito’, tan flaquito pero tenía un gran apetito el día que vino con Gary. Me voy, cuídense.

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