El Chato Matta llegó al restaurante por una causa rellena con pulpa de cangrejo y langostinos y una chita al vapor con su arrocito blanco. “María, y los abogados del Callao siempre se juntan los fines de semana, compran cervezas y cuentan sabrosas historias. Recordaron la última gran fiesta que se armó por su cumpleaños.

Ese día el famoso doctor Chotillo llegó con una belleza argentina, que las malas lenguas decían que había conocido en un local de ‘foquitos rojos’ de San Isidro. Wanda era espectacular.

‘Ella está loca por mí’, vociferaba el cirujano. Pero Pancholón, que se las sabe todas, la mandó a investigar y descubrió unas perlitas de la chica. Había trabajado como ‘dama de compañía’ en un local A1 y dicen que era la engreída de un cliente VIP, el ‘Rey del camote’, pero a otro cliente lo ‘pepeó’ y mandó al hospital.

Se quedó sin trabajo porque su víctima resultó ser el hijo de un empresario influyente y le pusieron una orden de captura. Por eso andaba corrida y se ‘solapeaba’ en salones de masajes. Allí la conoció Chotillo, quien perdió la cabeza. Mi amigo me timbró a mediodía. Esa noche el tono estaba en su mejor momento, la orquesta tocaba un tema antiguo de Rubén Blades: ‘Tú perteneces a otro hombre, yo pertenezco a otra mujer/ pero me tienes ganas y yo te las tengo también...’.

Pero Chotillo cometió un grave error. Se emocionó mucho, tomaba como si estuviera en el desierto del Sahara y para un ‘pollo’ como él, ese era un pecado mortal. Se dormía mientras Pancholón sacaba a bailar a cada rato a Wanda, quien se reía mientras el gordito le sacaba la lengüita, le mordía la orejita y le daba su tarjeta de abogado.

Desplegaba todos sus trucos, sus artimañas. En eso, el médico se puso mal, se fue al baño y al salir se metió a su carro a dormir. Entonces Panchito empleó toda su artillería de ‘partidor’. La sacaba a bailar bien aparraditos. Ella estaba picadita y molesta por la desaparición de Chotillo, y comenzó a hacer el trencito con el gordo libidinoso.

En eso se escuchó un disparo y todos vieron al cirujano con los ojos desorbitados. ‘Pancho, mal amigo, atrasador, vas a morir’, gritó. Pero para buena suerte del gordito, los vecinos, que son empresarios y profesionales exitosos, llamaron a la policía por el escándalo y los efectivos se llevaron enmarrocado a nuestro amigo.

Wanda se puso a llorar y Pancholón hizo de ‘paño de lágrimas’. La argentina le dijo al gordito mujeriego: ‘Tu amigo es tumba la fiesta, estoy picada y caliente, yo creo en el destino, vamos a otro lado para estar solitos’. ‘Está bien -le dijo el tramposo-, pero solo un par de horas porque después tengo que sacar a Chotillo de la comisaría. Recuerda que soy su buen amigo’.

Se perdieron rumbo a La Posada, el hostal de los infieles. Y a las dos horas, bañaditos y contentos fueron a sacar al médico que, emocionado, le dijo a Pancholón: ‘Amigo, perdóname por dudar de ti. Gracias por todo’. Y se fueron los tres a seguirla en el Queirolo de Pueblo Libre”. Pucha, ese Pancholón es un cochino y no respeta a las mujeres de sus amigos. Me voy, cuídense.

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