El fotógrafo Gary llegó al restaurante por un sabroso piqueo criollo con carapulcra, ají de gallina, cebiche, cau cau, olluquito y arroz blanco graneadito. Para beber, se pidió una jarrita de limonada frozen. “María, llegó a buscarme a la Redacción el veterano periodista de política, el inmortal , quien es todo un ‘viejo zorro’ con tantos años trabajando en Palacio, Congreso y ministerios. Es que en verdad hay una falsa premisa entre algunos periodistas jóvenes. ‘Esos son borrachos, mujeriegos, mermeleros o adictos al poder’, dicen. Pero no se puede meter a todos dentro del mismo saco. Además, hay una ley natural, aunque les duela a muchos de ellos: ‘los años y la experiencia hacen al periodista, así como al cirujano’. Nunca en mi vida he escuchado a un cirujano decir ‘cosí una cicatriz mejor a los treinta que a los cuarenta’. Igual es en el periodismo. La calle y los años te dan sabiduría. Claro, los valores y la ética son fundamentales desde que te inicias. Lamentablemente, Cigarrito fue como un carro que recorrió el Pasamayo en trayecto zigzagueante, con curvas peligrosas matizadas con grandes destapes, pero sucumbió también a las mieles del poder.

Sin embargo, en el fondo, creo, mi querida María, que su contribución al periodismo de investigación y de destapes fue más positiva que negativa. ‘Gary, los años no pasan en vano, ahora cuando me aparezco en las mesas de la ‘Tiendecita Blanca’ o al mediodía en el ‘Fiesta’, aquellos periodistas que eran mis calichines y a quienes yo invitaba a almorzar y les presentaba a los políticos importantes, ni me saludan. Voltean la cara como si no me conocieran. Se sienten ganadores. En realidad, hay de todo. Otros jóvenes escuchan atentamente mis historias. Algunos jóvenes como tú me recuerdan en mi última época en ese periódico, donde llevaba a las chiquillas al Cordano y hasta el gran escritor, Alfredo Bryce Echenique, se sentaba a la mesa. Una vez nos contó, entre interminables vasos de chilcano, detalles de cómo escribió su famoso libro ‘Un mundo para Julius’. Cigarrito está perdido en estos tiempos donde las Redacciones parecen oficinas bancarias o salas de hospital. Casi nadie habla. ‘En mis tiempos cerrábamos el diario a la una de la madrugada en medio de gritos, bastante whisky y humo de cigarro. Después nos íbamos a seguirla al Superba’. El añejo periodista no comprende que los cierres de algunos diarios ahora sean a las nueve de la noche, que los periodistas se vayan de frente a sus casas, al cine, a estudiar y no a un bar. ‘Gary, por qué ya no se puede fumar en las Redacciones o abrir una botella de roncito en la mesa de edición en las noches de invierno. No entiendo. Soy un periodista de otra época, pero voy a morir en mi ley’”. Pucha, ese señor Cigarrito fue un gran periodista pero no guardó pan para mayo y ahora está misio. Me voy, cuídense.

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