Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un pescadito a lo macho, cocinadito a la plancha y bañado en una deliciosa salsa de mariscos picantes con hojitas de perejil y, para tomar, una jarrita de emoliente. “, fue emocionante ver ayer cómo miles de peruanos colmaron el estadio Kybunpark, en San Galo, Suiza, para alentar a la Blanquirroja en su amistoso con Arabia Saudita. Eran más de veinte mil fanáticos que llegaron de todas partes de Europa, muchos de ellos conduciendo diez horas o más desde Italia y otros países. Todo para estar cerca del equipo del ‘Tigre’ Gareca, porque era una forma de abrazar al país, de estar cerca del terruño que te vio nacer y que lo sientes más cuando estás lejos, sobre todo si te fuiste hace años dejando a tus seres queridos, a los amigos, a tu gente. ‘Me vine manejando desde Milán más de ocho horas para estar con mi equipo y me siento feliz. Hace años vivo en Italia y cuando supe que la selección jugaba en Suiza, no lo pensé dos veces. Recogí a una amiga que estaba en otra ciudad de Italia y nos vinimos juntas’, contaba una guapa peruana vestida con la camiseta nacional a las puertas del estadio Kybunpark, horas antes de que abra sus puertas. Se vivía un ambiente de fiesta armada solo por peruanos, porque árabes no se veían por ninguna parte. El estadio retumbó y nos invadió la emoción cuando se cantó nuestro himno nacional. Por eso se afirma que hasta en el rincón más alejado del mundo, al menos hay un peruano.

Se estima que más de dos millones ochocientos mil compatriotas están por todo el planeta. Eso es cerca del diez por ciento de nuestra población, una cifra realmente alta. En Europa, las ciudades que más peruanos albergan son Madrid, Milán, Barcelona y Turín. Lamentablemente, este fenómeno se debe en parte al demencial terrorismo de los años 80 y 90 y al primer gobierno de Alan García. Entre los dos se encargaron de que multitudes de compatriotas se vayan del país huyendo del terror, la violencia, la crisis económica, la altísima inflación y el desabastecimiento de alimentos y medicinas. Ayer, parte de esos esforzados compatriotas, y sus hijos pequeños y también jóvenes que nacieron en esos países, fueron quienes colmaron el estadio suizo. Repito, fue conmovedor verlos cantar el himno, con gran sentimiento y algunos hasta derramando lágrimas. Esos hermanos que están fuera de nuestras fronteras también contribuyen, y de gran forma, con el desarrollo del país, pues cada año envían cerca de tres mil millones de dólares en remesas para sus familias. Todos los peruanos, con el gobierno a la cabeza, cargamos con la obligación de trabajar duro y eliminar el cáncer de la corrupción para hacer del Perú un lugar mejor para vivir, y así nuestros hijos no tengan que emigrar por un futuro mejor, dejando atrás todo lo que aman o desarraigándose, lo que es muy doloroso”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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