El recordado Jorge Salazar nos dejó una obra de calidad.
El recordado Jorge Salazar nos dejó una obra de calidad.

El fotógrafo Gary llegó al restaurante por sus tallarines rojos con su presa grande de pollo y crema huancaína con huevito duro. Para la sed pidió una tacita de anís calientito. “María, siempre es un gusto encontrarme con el legendario periodista de Policiales, ‘El Sonámbulo’. Como siempre, estaba desde temprano escribiendo en la computadora. Pero vi que tenía un libro que estaba repasando: ‘La ópera de los fantasmas’, la novela del recordado periodista Jorge ‘El negro’ Salazar, máxima autoridad en la crónica policial en el país.

‘Gary, me dijo, ‘Coco’ era mi hermano. Yo lo admiraba. Juntos seguimos casos mediáticos como el de Villa Coca y el asesinato del descuartizador de Lima, Díaz Balbín, a manos del psicólogo Mario Poggi’. Llegaron sus alumnos con el ‘Gordito’ preguntón y la chica bonita de lentes a la cabeza. De inmediato les empezó a contar:

Jorge Salazar, estudiante de San Marcos, de muy joven se vinculó con poetas, novelistas y activistas políticos como Javier Heraud, Héctor Béjar, Luis de la Puente. Pero lo suyo era, ante todo, la escritura y las crónicas policiales. Era un lector voraz -y eso deben emular los jóvenes aspirantes a periodistas-, leía en inglés y francés a los clásicos. Pero era un sibarita por excelencia.

No había semana en que no me invitara a un restaurante ‘caleta’ en Barrios Altos o La Victoria a degustar exquisiteces del mar o comida oriental. También era fanático del fútbol. Él estuvo aquel fatídico 24 de mayo de 1964, en el estadio Nacional, cuando una terrible tragedia sucedió durante el partido entre las selecciones de Perú y Argentina por el pase a los Juegos Olímpicos de Tokio. El árbitro uruguayo Ángel Pazos anuló un gol al delantero peruano Víctor ‘Kilo’ Lobatón. Y Víctor Melacio Vásquez, ‘Negro Bomba’, un zambo achorado y que estaba resaqueado, ingresó a la cancha y agredió al árbitro.

Los policías le soltaron los perros y lo molieron a palazos. El público, enardecido, amenazaba ingresar a la cancha a linchar al árbitro. El coronel de la policía, de apellido Azambuja, ordenó que lanzaran las novedosas bombas lacrimógenas, armas que eran desconocidas por los hinchas. La gente asfixiada y asustada decidió salir del coloso, pero se encontró con que ¡¡las puertas estaban cerradas!! Trescientas personas murieron entre asfixiadas y aplastadas por la multitud. Chicos, les recomiendo el libro’”. Pucha, ese señor ‘El Sonámbulo’ es un verdadero maestro. Me voy, cuídense.

NOTICIAS SUGERIDAS

Contenido GEC