Era un asesino en potencia. El vendedor de sánguches y aficionado a la música metal Eduardo Glicerio Romero Naupay (32), ‘Colorado’, quien mató a balazos a cuatro personas y dejó a otras 10 heridas en el Centro Empresarial y Financiero de , apenas cinco horas antes del crimen, había anunciado la masacre en su cuenta de Facebook.

“Miren perros, yo no me vengo con ‘webadas’; soy peruano pero estoy harto de estos municipales que no dejan salir a uno adelante, trabajando honradamente. Si hoy me topo con uno, lo reviento de un plomazo...”, escribió en esa red social a las 3:19 de la tarde. A las 8:45 de la noche daría inicio al baño de sangre.

Incluso, llega a despedirse con una frase que intuía su muerte: ‘Recuérdenme como un héroe’. Hasta ese momento, nadie hizo caso a sus amenazas.

Como ha establecido la policía, primero le disparó tres balazos al gerente de Fiscalización de la Municipalidad de Los Olivos, Martín Raúl Moreno Zavaleta (52), porque le decomisaron el carrito sanguchero con el que trabajaba. Ya estaba furioso porque días antes el municipio lo multó con mil 500 soles por trabajar en zona restringida.

SACÓ BALAS
Según las pericias, minutos después del ataque, fue al cuarto donde vivía, en la casa de sus tíos, de donde sacó su otra arma de fuego y caminó hacia el centro empresarial, donde mató a los agentes de seguridad César Arellano Chumacero (32) y Susan Juárez Pilco (27), así como a la estudiante de enfermería Gloria Mostacero Cuzco (25) y a la universitaria Nicole Muñoz Peña (20).

Después, encontró la muerte en manos del suboficial PNP Lorenzo Machaca Esquía (29).

LIBROS
Eduardo Romero, a quien sus amigos también llamaban ‘Bin Laden’ o ‘Gringo’, era un hombre solitario, pero aficionado a la música metal, al grupo ‘Black Metal’, vinculado al culto satánico. Uno de sus discos estaba en la pared de su cuarto, en Los Olivos.
Su canción preferida era ‘I am the Black Wizard’ (Yo soy el mago negro) y tradujo esta parte: “Una vez destruidas sus almas, son convocadas a mi prisión de odio eterna. Es encantador deleitarse entre las almas gritando que fueron destruidas en mi futuro”.

Pero la música satánica no era su única afición. También era pegado a la lectura de libros de filosofía. Su preferido era ‘Cuentos malévolos’, de Clemente Palma, en el que hay varios capítulos ligados al demonio. Fue encontrado en la cabecera de su cama.

Los tatuajes que tenía en el cuerpo y las pesas, para ejercitar sus brazos y pectorales, eran -al parecer- el complemento de su vida y una de las pocas cosas que lo hacían feliz a su manera.

En la pared de su habitación, que fue examinada por la policía, también se observaba escrita la palabra ‘Psicópata’. Allí, los agentes incautaron cacerinas para pistola.

FUE DESPEDIDO
Uno de los tíos de la víctima recordó: “Llegó a Lima en el 2002 y se enroló a la Marina para cumplir su servicio militar. Debido a su buena conducta, un amigo lo llevó a Puno para trabajar como vigilante. Nueve años después regresó a Lima para trabajar como agente de seguridad resguardando un banco”.

Su vida, aparentemente, era tranquila hasta que hace cuatro meses fue despedido de la empresa en la que trabajaba. El motivo habría sido la no renovación de la licencia de su pistola Pietro Beretta, calibre 9 milímetros, cañón corto, que usaba en su trabajo y con la que se le halló tras ser abatido.

La otra arma, una pistola Bersa, calibre 9 milímetros, fue hallada en el interior de la discoteca ‘Di Luna’. Fue la que usó para iniciar la masacre.

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