BRONCA DE CHIQUITOS

Los que conocen a Jesús tienen el don de perdonar. Los mundanos no están dispuestos a sanar su corazón y mente. ‘Al que me apuñala, no le pongo la otra mejilla’. Típica frase de seres humanos con rencillas y odios. y son como el agua y el aceite, la noche y el día. Hay muchas versiones y capítulos narrados por ‘Chiquito’ de esta enemistad irreconciliable. Me tomé una etiqueta dorada con un ‘brother’ que me relató la verdadera historia. 

'Chiquito' Flores cuenta que el problema es por ‘Tula’, pero no es así. Waldir Sáenz es amigo de la exvedette desde los 15 años e incluso se la presentó al arquero. Ella a menudo lo invitaba a la tele, pero no iba porque ya estaba de novio con Erika, su actual esposa, y no quería problemas. Así que un día, ante tanta insistencia, le propuso: ‘Llévalo a Flores, que le gustan las cámaras’. Así empezó la bronca. Lo demás es invento, morbo, dice mi causa. 

Un compañero de Waldir Sáenz, de ese año 96, recuerda otro episodio. ‘En su primer año en Primera, previo a un Alianza-Ciclista, 'Chiquito' Flores declaró que fallaba muchos goles como Waldir, por eso lo mandaron al arco’. El día del partido, ‘Wally’ hace el 1-0 y corre a la banca de suplentes, donde Walter Machaca saca el periódico y se lo entrega. Entonces, lo toma y va hasta sur a gritárselo: ‘Ahora habla, pues hue….’. 

Un nuevo desencuentro entre Waldir Sáenz y 'Chiquito' Flores ocurrió años después. En una casa de Tarapacá, en el Callao, al frente del Mall Aventura Plaza, había ‘Los lunes peloteros’. Nunca hubo problemas hasta que Waldir le regaló una camiseta de Alianza a la dueña del local y la señora se la puso orgullosa. Al rato apareció ‘Chiquito’, ya ‘avanzado’. Ni bien vio la a doña le dijo: ‘Tía, qué hace con ese trapo, le voy a obsequiar la del campeón’. Waldir replicó a su estilo: ‘Será la de Ibáñez, porque tú todo el año fuiste suplente’. 

'Chiquito' Flores se le quiso ir encima a Waldir Sáenz, pero unos amigos lo calmaron y todo quedó en amenazas. Lo que no quedó en amenaza fueron las dos veces que el ídolo de Matute le cerró la puerta de su club. En el 2000, un dirigente le comentó que lo tenían en carpeta. ‘Si es así, rompemos el contrato, ni pagándome el doble me van a convencer’. La siguiente ocurrió cuando Franco Navarro firmó el 2002: ‘Profe, yo no tengo problemas con nadie, el club es primero, sin embargo, si el plantel está compuesto por 25 jugadores, yo solo saludaré a 24’. 

El mensaje fue clarísimo. Hoy, 'Chiquito' Flores y Waldir Sáenz, están retirados, con hijos adolescentes, con el pelo cortito para que se noten las canas, y siguen firmes en su posición. Organizadores de partidos de exhibición los quieren en el mismo equipo, pero ellos no aceptan. Hay que orar para que el Señor transforme sus corazones.

DIAMANTE EN BRUTO

Los libros no muerden. Tampoco meten patada. Pero te dan conocimientos, información y creatividad. En el 2006, Roberto Silva firmó por a solicitud de Wilmar Valencia. El ‘9’ empezó como el ‘Francotirador’ de Netflix, quien no falla, pero sus goles no ayudaron en los resultados. Entonces, Juvenal Silva decidió rescindir el contrato de ‘Bam Bam’ y fichar a

Julio César Uribe revisó su plantilla y borró de inmediato al delantero polifacético que canta, toca guitarra, enseña matemática y juega vóley. Lo desconcertante es que era muy profesional en el día a día y se cuidaba en el entrenamiento invisible. Una mañana, el DT daba una charla al equipo y, fiel a su estilo, quiso lucirse con un verso florido que nadie entendió. A los pocos días, se repitió la escena. El ‘Tanque’, un hombre preparado y que puede conversar de política, música, deportes y otros temas, optó por anotar en una hoja las palabras que estaba utilizando mal. 

Al finalizar la práctica, visitó una librería y compró un diccionario, un ‘mataburro’. Ya en casa, el muchacho, que tenía el hobby de resolver crucigramas de El Comercio en menos de 20 minutos y que con 21 años ya había acabado sus estudios de Economía, se dio el tiempo para leer el significado de cada término. Al día siguiente, el jugador madrugó y se coló en el vestuario. Allí, de puntitas, pegó una hoja en la pizarra donde explicaba lo mal que se utilizaba el idioma. Sus compañeros, uno a uno, llegaron para cambiarse y reían imaginándose la cara y reacción de Julio César Uribe

Julio César Uribe, al darse cuenta de las correcciones, explotó: ‘Así que se creen vivos, está bien, me habré equivocado, pero quiero que sepan que el fútbol es para los pendejos, porque en una cancha de nada te sirve haberte comido enciclopedias’. Nunca le confirmaron quién lo dejó en ridículo. Fue suficiente sospecharlo para empolvarlo en la ‘biblioteca’. Solo una vez, por emergencia, lo consideró en la lista. Aquel día marcó un gol y destacó. Luego, a la semana siguiente, volvió a su realidad, a ‘amoblar’ su cerebro con obras, novelas y actualidad. Los libros y un diccionario desarrollaron su inteligencia y, además, consiguió que Uribe le preste atención: adiós, verso.

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