Las son molestas en el interior de las casas porque solo sirven para que el polvo se acumule en ellas, pero en los jardines y bosques, bajo los rayos del sol y entre el follaje, la labor de las arañas es delicada y bella.

Aparecen en una sola noche, en un espacio entre las ramas, por el cual el astuto animalito sabe que suelen pasar moscas, mosquitos o avispas. Sin embargo, pocos sabemos cómo la teje su red. Normalmente de noche, mientras dormimos, aprovecha la tranquilidad para hilar su trama dotada de una resistencia asombrosa. 

Las telarañas son fuertes y pueden llegar a tener bonitos dibujos, pero su objetivo es chapar a las presas, que quedan atrapadas en ellas.

Se construyen con la seda líquida –producto de una síntesis de proteínas– que está dentro de las glándulas de hilado que se ubican en la parte posterior del abdomen del animal.

Esta seda se convierte en sólida al entrar en contacto con el aire.
En general, las arañas trazan un primer puente que sirve como punto de referencia y como forma para marcar el territorio. A ese punto inicial se van añadiendo cada vez más hilos y, finalmente, se crea un patrón. Las líneas que van desde el centro hacia el exterior se llaman radiales y su función es hacer de punto de apoyo de la red, mientras que las líneas orbe son las que van alrededor.

Las mismas arañas utilizan su tela como ‘cuerda floja’, ya que se cuelgan boca abajo de la misma para transportarse de un sitio a otro mientras están construyendo la red.

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