La proclamación de la Independencia del por el general José de San Martín, el 28 de julio de 1821 en la Plaza de Armas de Lima, tiene un significado histórico profundo porque conjuga los principios y los objetivos de la gesta libertadora que nos independizó de España y que recordamos por .

Así lo resalta el gran historiador Jorge Basadre, en el primer tomo de su ‘Historia de la República del 1822-1933’.

Basadre señala que al pronunciar la frase: “El Perú es, desde este momento, libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y la por justicia de su causa que Dios defiende”, San Martín “se refirió específicamente a un país de rica solera histórica” que daba un “salto audaz” en nombre del principio de “la voluntad general de los pueblos” o de la libre determinación de los peruanos conscientes.

Y este acto soberano, refiere, se realizó porque los peruanos creían en la “justicia de su causa”, porque “buscaban un ordenamiento más equitativo, más digno, más auténticamente estable”. El Perú mira al “futuro” y se “formula la promesa inmensa de la justicia y de la libertad”, refiere Basadre, al destacar que San Martín deja en claro los “atributos filosóficos-políticos de la soberanía” que desde entonces tiene el Perú como Estado soberano en el mundo.

La invocación a Dios “consagra creencias y principios (...) sembrados por España”, lo que deja en claro que mantenemos el patrimonio cultural y espiritual, no solo por el idioma, sino también por el cristianismo.

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