Juan Duffó, es nieto del migrante italiano y fundador del Superba, Silvio Canata. (Foto: Samantha Aguilar)
superba, historia del bar

Por Samantha Aguilar

El emblemático Superba cumple ochenta años ¿Cuántas cervezas, chilcanos, personalidades ilustres e historias se han contado en este local de San Isidro? Uno de los puntos favoritos de los bohemios de la capital.

Se dice que Ernest Hemingway visitó el Superba cuando estuvo por Lima en los años 50, Chabuca Granda solía cantar junto a sus amigos, Eduardo Cesti (Gamboa) no pagó la cuenta y que Alfredo Bryce Echenique lo frecuentó hasta hace algunos años.

En 1958, el escritor estadounidense Ernest Hemingway vivió varias semanas en medio de las playas de Cabo Blanco, al norte de nuestro país. Las crónicas de la época señalan que el novelista visitó el bar.

¿Qué pasó con Chabuca Granda? “Cuando Chabuca terminaba sus presentaciones, bajaba al bar con sus amigos, para divertirse se ponía a cantar. Una vez discutió con los parroquianos que estaban bebiendo y que le pidieron que se callara. Sus acompañantes la defendieron”, cuenta Juan Duffó, dueño y nieto de Silvio Canata fundador del Superba.

La historia con Eduardo Cesti es otra. Al famoso ‘Gamboa’ lo citaron ahí para una entrevista, pero cuando se terminaron el chicharrón de pollo, tacu tacu y las cervezas. El periodista se paró, y lo dejó a Cesti con la cuenta. 

“Él le dijo la verdad a mi padre, que no tenía dinero. Mi papá le respondió: No importa, vaya usted tranquilo, siempre lo recuerdo por su papel de 'Gamboa'”.

Alfredo Bryce Echenique era el cliente más especial y frecuente. El favorito de Duffó. La atención para él era tan exclusiva, que a veces no se le cobraba, pero eso sí, dejaba muy buenas propinas. 

Siempre había un seguidor que lo reconocía y sin problemas, el escritor accedía a una foto. Para Bryce era imprescindible el tacu tacu con apanado y su vaso de vodka tonic

Javier Diez Canseco, Oscar Avilés, Arturo ‘El Zambo’ Cavero’, Gianmarco, Edith Bar, también fueron ilustres visitantes de este legendario lugar, que siempre les abrió sus puertas con un buenos tragos y platillos.

El Superba también fue el lugar donde nació la sopa criolla y el tacu tacu con apanado de carne, según Juan Duffó. “Mi abuelo Silvio cocinaba muy bien, tenía sus recetas propias, estás se han quedado en el tiempo". 

La sopa criolla y el apanado siguen siendo los platos más pedidos. "Silvio falleció en 1970, pero Ezequiel Díaz, nuestro cocinero hace más de treinta años, mantiene el sabor de casa”, cuenta.

La historia del Superba inicia en 1938, cuando los migrantes italianos Carlos Onetto, Mario Carbone y Silvio Canata deciden emprender un negocio de confitería-restaurante-bar. 

¿El nombre? Génova, la ciudad de estos amigos gozó de gran prestigio y poder en la edad media, por lo que era conocida como Superba, la ciudad soberbia. 

Sin embargo, con el tiempo los extranjeros genoveses Onetto y Carbone regresan a su país, quedando a cargo Canata, que busca darle un nuevo aire. Solo restaurante-bar.

La bohemia limeña empezaban a visitar el Superba, uno de los pocos bares de la época. Silvio siempre los recibía con una gran sonrisa.

“Buscaban el ron o chilcano de guinda. Venía mucho intelectual y bohemio. Silvio siempre los recibía con una sonrisa y mucha alegría. Era un italiano muy especial. Aquí, hay tantas historias que hasta un libro se podría escribir. He visto parejas discutiendo, gente tomando sola porque estaba deprimida y todo tipo de borrachos”, comenta.

En sus ochenta años, el Superba también ha sobrevivido a cambios de los gobiernos de turno. En época del terrorismo reforzaron con rejas, en tiempo de apagones resistían con el televisor a batería (se llenaba por los fanáticos del fútbol), en el ‘Fujishock’ fueron de los pocos restaurantes que abrieron y los clientes arrasaron con todo.

Cuando Juan Duffó cumple siete años, se vuelve compañero inseparable de Silvio. Tenían una mesa reservada para el café y salame. Lo recuerda cada día con una fotografía que tiene colgada en la pared del Superba. En este espacio le rinde homenaje, nunca faltan las flores amarillas y una copa de vino al lado, el favorito de Silvio. 

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