Este Búho veía en cable una serie española que sorprende, ‘El barco’. Aunque la agarré en su segunda temporada, gracias a ya pude mirar sus tres temporadas que se extendieron entre el inicio de su increíble travesía, en el 2011, hasta la culminación de la misma, dos años después. El producto de Antena 3 tuvo extraordinarios ‘picos’ de audiencia en las dos primeras temporadas y, aunque decayó algo en la última, no dejó de ser la nave insignia en la sintonía en su casa televisora.

Al incorporarse a Netflix, es indudable que se engancharon miles que se habían mantenido ajenos a las vicisitudes de ese puñado de viajeros, que está solo en un mundo donde el mar lo cubre todo. El argumento es alucinante. El barco, ‘Estrella Polar’, al mando del capitán Ricardo Montero y su brazo derecho y mejor amigo, Julián de la Cuadra, recibe a una docena de jóvenes que llevarán sus cursos en alta mar bajo la dirección de una científica buenaza, Julia Wilson, y un profesor siniestro, Ernesto Gamboa.

Este, desde el inicio, desnuda ser el malo de la serie, porque al llegar a puerto para embarcarse tiene en la maletera de su auto ¡un cadáver! Entre los estudiantes está la bella veinteañera, hija del capitán, Ainhoa Montero, cuya madre acaba de fallecer y su papá, ante los remordimientos por haber preferido la vida en altamar que la tranquilidad de un hogar en tierra firme, invita a sus dos hijas (la otra es la más chiquita, Valeria), a compartir este viaje. La niña lleva el hilo narrativo al inicio de cada capítulo con voz en off, pues sus reflexiones de infante parecen ser de la persona más lúcida de los pasajeros, cuando todo se ve perdido para ellos.
No es la recordada ‘Isla de Gilligan’ o ‘Perdidos en el espacio’, pero algo de eso hay. La científica también tiene secretitos. Un novio francés, con quien mantiene contactos vía webcam, quien desde un laboratorio en Zúrich le alerta que van a lanzar algo al espacio que puede resultar fatal para la humanidad. Cuando están en medio del mar, se desata una terrible tormenta.

Han perdido todo tipo de comunicaciones. Luego, al escuchar la grabación de un piloto que intentaba aterrizar en algún aeropuerto, descubren que se ha producido un cataclismo que ha dejado sin tierra firme el planeta. Desaparecen Nueva York, Tokio, Sidney, Madrid. Cuando se dan cuenta que están perdidos en medio de la nada, comienzan a florecer los síntomas clásicos de la claustrofobia, en una nave que ahora les resulta pequeña para soportar el concierto de egos, de disputas, de deseos y de luchas por el poder. Hasta aparece un polizonte, Ulises, el hijo no reconocido de Julián, el segundo al mando, quien inicia un romance con la cocinera Salomé.

Un sabroso personaje, Ulises, destinado a convertirse en el héroe y quien deberá enfrentarse al oscuro Ernesto Gamboa, que logra seducir a la ingenua Ainhoa. Por despecho, Ulises se deja seducir por la chibolera científica, dejando con el corazón destrozado al capitán Ricardo, que se había hecho ilusiones de rehacer su vida sentimental con la guapa doctora. Ficción, romance, violencia, homicidio, traición, celos, ternura, pasión, simulación, valentía, cobardía, de todo se ve en el ‘Estrella Polar’, que marcha a la deriva, sorteando hasta monstruos marinos, como contaban las fábulas del Mar de los Sargazos, a los primeros navegantes que buscaban rutas para llegar a las Indias en los tiempos de Cristóbal Colón. No cuento más, solo les digo que vale la pena subirse en ese barco, del que no sabes cuándo bajarás a tierra firme. Apago el televisor.

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