Este recibió el 2018 en Camaná. Buscaba empezar un año diferente al anterior. Bullicio y desenfreno eran palabras vetadas. Pero los fantasmas de las resacas me hicieron ver esta localidad arequipeña, como si fuera Gomorra, por eso en un arrebato decidí aceptar la invitación de una entrañable familia puneña que siempre me dijo que vaya a su casa: ‘Búho, vives muy acelerado, aquí en nuestra casa frente al lago Titicaca, verás que hasta tu visión de vida puede cambiar’.

Recordé esas palabras y enrumbé al aeropuerto de Arequipa. Me ayudó que muchos pasajeros borrachos cancelaron sus vuelos. Llegué a un Puno movido. Todos me recordaban la famosa revuelta del año 2011, esa vez se hizo famoso el dirigente aimara Walter Aduviri, quien encabezó la más grande protesta que la región recuerde, con un Puno paralizado, tomado y con el local de Aduanas incendiado. Justo cuando estos ojazos recorrían la ciudad, el dirigente fue condenado por la justicia a siete años de cárcel efectiva y a pagar dos millones de soles como reparación civil. Los empresarios aplaudieron la noticia. El dueño del mejor hotel de Puno, bramó: ‘siete años no son nada’. “Ese terrorista hizo perder millones de dólares a los puneños”, decían. Walter Aduviri se las olía, pues no estuvo presente en la lectura de sentencia, los policías están seguros que se encuentra en Bolivia, protegido por el gobierno de Evo Morales. Pero esta linda ciudad me recibió con los brazos abiertos.

Aquí encontré la tranquilidad deseada. Este columnista jamás se ha considerado un ‘turista’ en su país, siempre he sido un viajero. Y en los últimos 30 años de mi vida nunca sacaré de mi piel mi condición de periodista. Entonces, no podría ser de otra manera y tenía que indagar lo que el pueblo sureño tenía que decir. Y recorrí, como en mis viejos tiempos de reportero, calles, plazas, restaurantes, para saber la opinión de la gente. Tuve la suerte de recibir la invitación del presidente de las rondas campesinas de San Carlos, Toño Mamani, que me dijo: ‘Búho, tampoco te puedes dejar llevar por las opiniones de la zona urbana, tienes que conocer las alturas de los pueblos como mi San Carlos, donde hay una corrida de caballos, donde hasta los cóndores usan chalina’. Ahí, a 4 mil metros sobre el nivel del mar, bailando con banda de zampoñas de sikuris, me di cuenta que no llega la señal de ninguna empresa llamada ‘satelital’, pero sobre todo me enteré de muchas cosas políticas. Me cuentan que aquí los fujimoristas han hecho un imperio financiero como los Aramayo, que vendían caramelos de ambulantes y ahora tienen radios y televisoras. Señor: ‘Aquí, en Puno, nosotros estamos a favor del indulto al expresidente Fujimori, porque fue el único que llegó a la Isla de los Uros, donde inclusive una noche durmió. Hasta nos puso paneles solares’, eso me lo dijo Richard, el encargado del hotel más importante del centro de la ciudad. Me quedé corto, mañana continúo. Apago el televisor.

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