Este vio por televisión la liberación de , una de las principales cabecillas del grupo terrorista Sendero Luminoso. El que haya pagado veinticinco años de cárcel por encabezar una agrupación responsable de asesinar a miles de peruanos, no la redime en lo absoluto. Escribo esta columna con conocimiento de causa. Viví en San Marcos esos oscuros años donde los ‘sacolargos’ retomaron un trabajo universitario con un solo fin: reclutar jóvenes incautos para enrolarlos en su grupo de fachada, cuya pizarra negra y roja siempre estaba en la entrada del ‘Patio de Letras’ de la Decana. Muchos estudiantes se preguntaban por qué en las noches una señora, ya mayor, se reunía con los conocidos senderistas de la escuela de Historia. Nunca olvidaré cuando Amparito, una guapa estudiante de Sociología, cuyo hermano quedó lisiado por colocar una bomba en una torre de alta tensión me dateó: ‘Esa tía es la abogada Huatay, la que defiende a los camaradas’. A ella la veía en los noticieros de televisión y los periódicos, denunciando las supuestas ‘injusticias’ del Poder Judicial contra los subversivos.


¿Qué hacía en San Marcos en horarios nocturnos conversando con jovencitos? Después sabríamos la verdad, cuando se le vio en un video ¡¡bailando ‘Zorba el griego’ con la cúpula senderista y el mismísimo Abimael Guzmán!! Pero lo peor de todo es que durante sus juicios, la siniestra ‘camarada Rosa’ ha negado sistemáticamente pertenecer a Sendero, menos a Socorro Popular, o sea es una ‘santa paloma’. En los años en que Sendero inició una ola de atentados dinamiteros y de asesinatos, a finales de los ochenta y primeros años de los noventa, fueron los ejecutores los miembros del llamado Socorro Popular. Para que los jóvenes conozcan quién fue y cuál es el prontuario de la Huatay, tendremos que ingresar al túnel del tiempo: Mediados de 1980.

Cuando la ‘lucha armada’, iniciada por Sendero contra el Estado peruano, comenzó a recibir golpes de las fuerzas del orden: léanse bajas o capturas, astutamente las huestes de Abimael se las ingeniaron para establecer un vínculo con los militantes y dirigentes presos en las cárceles de Lima y provincias. Con ese fin formaron el denominado Socorro Popular, conformado por mujeres que, supuestamente, se dedicaban a visitar y atender a terroristas heridos o para llevarles alimentos, medicinas o contactarlos con abogados, los llamados ‘Abogados Democráticos’, otra fachada senderista. Con el correr de los años, Socorro Popular se convirtió en una organización poderosa, porque se nutría de jóvenes familiares de subversivos abatidos en enfrentamientos con la policía. Sendero se aprovechaba de estos muchachos sedientos de venganza y clandestinamente trastocó el carácter ‘asistencialista’ del movimiento para convertirlo en una organización terrorista urbana. Sus primeros cabecillas fueron Yovanka Pardavé y Víctor Zavala Cataño, pesos pesados de la cúpula del senderismo que fueron capturados en junio de 1991. Entonces, la jefatura de Socorro Popular fue asumida por Martha Huatay. Según la fiscal Marcelita Gutiérrez, en las copias del testimonio de Óscar Ramírez Durand, ‘Feliciano’, otrora líder subversivo, este sostiene que Huatay estuvo en la dirección del atentado en la calle Tarata, que dejó más de 25 muertos y decenas de heridos. Pese a que no ha pagado ni un sol de la millonaria reparación civil que deben abonar los de la cúpula senderista al Estado, la ‘camarada Rosa’ pagó religiosamente todos los meses su cuota al Colegio de Abogados de Lima. Según el decano, una vez fuera de prisión ‘la doctora Huatay’ podrá ejercer nuevamente la abogacía. Increíble.

Pero viejos ‘sabuesos’ de la policía antiterrorista sostienen que luego de la captura de Pardavé y Zavala Cataño, la siniestra Huatay cerró su estudio de abogados y pasó a la clandestinidad, pues debía concentrarse en otra forma de lucha, esta vez de terrorismo urbano. Entonces, comenzó a tener bajo su mando destacamentos con acciones directas. Para el GEIN lo de Tarata fue exclusividad de comandos de Socorro Popular. Pero los esbirros de Martha también fueron los responsables de los ataques con coches-bomba que destruyeron el local de Frecuencia Latina en la avenida San Felipe, el Centro Comercial Camino Real, en San Isidro, el Puesto de Auxilio Rápido de la Policía Nacional en la avenida Argentina, la embajada de Italia y la cruel muerte del ministro de Trabajo aprista Orestes Rodríguez. Es decir, desataron una verdadera carnicería. Una prueba evidente que Huatay tenía el manejo del grupo dinamitero y asesino de Sendero, es que luego de su captura, el 17 de octubre de 1992, en la calle Copacabana, en Pueblo Libre, se terminaron los atentados sangrientos en la capital. Esa mujer es peligrosa y debe ser vigilada al milímetro. No se quedará tranquila. Apago el televisor.

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